PERFIL DE MADRE ESPERANZA – 1

P. Mario Gialletti fam

Una vida al servicio de la divina voluntad

Edizioni Amore Misericordioso – 8 febrero 1987

« Haz, Jesús mío, que yo esté

siempre pronta al servicio

de tu voluntad ».

(Madre Esperanza)

Madre Esperanza nació en Santomera - España – provincia de Murcia. Santomera, se presenta hoy a los ojos del visitante como una graciosa aldea, con su Ayuntamiento, escuelas y rica en el cultivo y producción de limones y algodón. Pero, hace noventa años, la comarca era muy pobre y bajo la insidia constante del Segura que muy a menudo se desbordaba, y de las llamadas "rambladas" las cuales, en el tiempo de las lluvias, de las colinas que rodean la aldea se precipitaban sobre ella, arrastrando casas y cosecha. Aquí nació Madre Esperanza el 30 de septiembre de 1893, siendo la primogénita de nueve hijos.

En el bautismo le fue impuesto el nombre de María Josefa. Su padre se llamaba Antonio Alhama Palma y había nacido el 16 de enero de 1862, y su madre María del Carmen Valera Buitrago, había nacido el 9 de octubre de 1973. José Antonio Alhama, como la mayor parte de los habitantes de Santomera en aquel tiempo, no tenía trabajo fijo y seguro, y tampoco casa propia. Trabajaba de labrador en el campo, cuando era llamado por un tal Antón, El Morga, el cual cultivaba algunos campos recibidos en alquiler, de propiedad de los señores Campillo González. Fue el mismo señor Antón quien proveyó al padre de la Madre Esperanza de una modesta casita, donde pudiera vivir con su familia. Allí nació Madre Esperanza. La casa, hoy día, no existe, pues estaba hecha de arcilla y en una de las inundaciones fue arrastrada por las aguas del Segura. En su lugar, un pequeño triángulo de tierra, hoy encontramos sólo limoneros; estaba junto a la vereda del molino situado en medio de los canales llamados Zaraiche y Merancho, que encanalaban las aguas del Segura. Otro caritativo señor de Santomera, don Manuel Sevilla, al quedarse sin casa la familia Alhama Valera, le regaló una pequeña casita en una zona llamada Siscar y allí en 1929 murió el padre de Madre Esperanza. La señora Carmen Valera a la que todos recuerdan en Santomera como una mujer de carácter, de grande fe y abnegación, murió el 24 de julio de 1954. Al morir su esposo, y habiéndose casado el hijo mayor, se retiró en una mini-vivienda que existía en Santomera para ancianos; era un proyecto maravilloso llevado a cabo entonces y que sería augurable realizarlo también en nuestros tiempos. Un bienhechor del pueblo, don Manuel Campillo González fue probado por la muerte de su joven y amada esposa doña María Murcia, y en su memoria hizo construir una docena de esas miniviviendas destinadas para los pobres del pueblo; se componían de una alcoba, una habitación, la cocina y un trozo de tierra como huerto, junto a la casita; tenían en común una capilla donde poderse reunir cotidianamente para el rezo del santo rosario. Las familias que habitaban al otro lado de la calle, frente a este complejo, tenían como deber de conciencia echar una mano a estos ancianos cuando ellos no pudiesen valerse por sí mismos. Aquí en el n. 7 murió la madre de nuestra Fundadora y fue enterrada junto a su esposo en el cementerio de Santomera.

Madre Esperanza era la primera de nueve hijos, los otros son: Juan, nacido en 1896 - Antonio, nacido en 1898 - María Remedios, nacida en 1901 - Francisco, nacido en 1903 - María y Jesús María (mellizos), nacidos en 1906, - María del Carmen, nacida en 1908 – Manuel, nacido en 1917. De éstos hoy viven solamente dos hermanas: María, Religiosa de la misma Congregación, con el nombre de madre Ascensión, y María del Carmen. La Madre Esperanza fue bautizada el mismo día de su nacimiento, en la Pila Bautismal de Santomera. El exterior de la Iglesia Parroquial es del tiempo de Madre Esperanza, mientras que el interior ha sido restaurado completamente después de que la igle-sia fue ocupada por los rojos y destinada a depósito de víveres y municiones durante la guerra del 1936. La madre de nuestra Madre Fundadora, probablemente dada la escasez de recursos económicos y preocupada por la educación de sus hijos, no dudó en confiar a su hija mayor al señor Cura, párroco del pueblo, y así a la edad de seis o siete años la Madre Esperanza fue recibida en casa de éste, Don Manuel Aliaga, el cual vivía con sus dos hermanas Inés y María; fueron estas dos Hermanas del párroco las que enseñaron a Madre Es-peranza a leer, escribir y le impartieron la restante ins-trucción escolar hasta el 1915; probablemente Madre Esperanza no ha frecuentado ninguna escuela ni recibido alguna otra instrucción, hasta que en 1915 salió de Santomera para hacerse religiosa. En 1901 hizo su primera comunión.

Contaba veintidós años, Madre Esperanza, cuando decidió hacerse religiosa; era el 1915. Escogió como fecha el 15 de octubre; a su madre que estaba enferma y en cama, que le pedía si no podía retrasar la salida dado su estado de salud, la Madre respondió: "es que he escogido el día de santa Teresa para comenzar mi vida religiosa, porque ella ha sido una grande santa y yo quisiera que me ayudara a hacerme santa", a lo que su buena madre respondió: "bien hija, vete tranquila y que el Señor te ayude a ser santa, grande santa". Ingre-só en Villena entre la "Hijas del Calvario" religiosas de clausura. Era el convento más pobre que existía en los alrededores; se había reducido a sólo siete religiosas, de las cuales, tres de 94, 81 y 79 años; las otras cuatro, pasaban de los sesenta; con su ingreso la Congregación contaba ocho religiosas. Por el año 1920/21, el entonces Obispo de Murcia y Cartagena Don Vicente Alonso Salgado, encargó a la Madre Esperanza que junto con el Padre Oteo y otras dos religiosas tratase de fundir dicho Instituto de las Hijas del Calvario en extinción, con el Instituto de Misioneras Claretianas, que hoy se llaman religiosas Hijas de la Enseñanza de María Inmaculada. Una vez realizada dicha fusión con las religiosas Claretianas, la Madre fue destinada al convento de Vélez-Rubio en Andalucía para la enseñanza de los niños internos. En dicho convento estuvo sólo un año, pues en 1922 fue trasladada a Madrid, al colegio que las religiosas Claretianas tenían en Vicálvaro. El motivo de este traslado debió de ser el siguiente: por aquel entonces comenzaron a notarse en la Madre Esperanza cosas sobrenaturales y signos externos extraordinarios, por lo que consideraron conveniente llevarla a Madrid cerca de los Padres Claretianos, muy estimados ya desde entonces por la cultura y acierto en el discernimiento del espíritu, los cuales, observando de cerca a Madre Esperanza, podrían averiguar si cuanto en ella se notaba procedía de Dios o bien de fantasía o engaño.

Más tarde en los años 1940/42 por el mismo motivo la Santa Iglesia creyó conveniente segregar a la Madre de su Congregación y tenerla bajo observación en el Santo Oficio para cerciorarse de la autenticidad de dichos hechos extraordinarios. La misma Madre repetidamente ha comentado este hecho con conmovedor agradecimiento hacia el Señor, que ha querido dar a ella y a nosotros, por medio de su Iglesia, la certeza de su intervención directa en ella, con la seguridad de no haber sido engañados ni ella ni nosotros. Es, en esos años en los que particularmente el Señor se manifiesta a la Madre la cual, "debe llegar a hacer - escribirá más tarde en su diario el 5-XI-1927 - que todos los hombres conozcan a Dios no como un padre ofendido por las ingratitudes de sus hijos, sino como un bondadoso padre que busca por todos los medios la manera de confortar, ayudar y hacer felices a sus hijos y que los sigue y busca con amor incansable como si El no pudiese ser feliz sin ellos".

Desde el 1924 colabora con un santo sacerdote Dominico, el Padre Arintero, de Salamanca, en la difusión de la devoción al Amor Misericordioso y escribe en la revista mensual "La vida sobrenatural". Este santo sacerdote trabajó con denuedo en la difusión de esta devoción la cual, bendecida sin duda por el Señor y con la ayuda y colaboración de personas generosas, en pocos años se había propagado un poco en todo el mundo y sobre todo en España, Francia y América. La idea clave del mensaje que la Madre Esperanza siente pujante dar a conocer al mundo y a la cual entrega su vida, se puede sintetizar en esto: El increíble amor de Dios. En Dios todos los atributos están al servicio del amor. El hombre más perverso y más miserable es amado por El con una ternura inmensa, es para él un padre y una tierna madre. El amor de Dios no hace distinciones, si una distinción existe es hacia quien cargado de defectos se esfuerza en corregirse. En Dios no cabe mudanza, nos ama desde la eternidad y su amor velará por nosotros mientras dure nuestra vida. El amor de Dios disimula nuestras faltas, no se cansa, perdona y no cuenta. Dios es un padre que desea con verdadera ansia abrazar al hijo pródigo.

Después de unos 40/50 años, este mensaje que en los años 1940 podía parecer una doctrina nueva, mientras que era tan antigua como Dios, que es eterno, este mensaje, digo, se ha convertido en la doctrina oficial de la Iglesia, de su Magisterio. El Papa Juan Pablo II en la Encíclica Dives in Misericordia dice que la Iglesia es auténtica: "cuando proclama y profesa la misericordia, el más insigne atributo del Creador y Redentor y cuando acerca los hombres a las fuentes de la Misericordia del Salvador, de las cuales Ella es depositaria y dispensadora".

El 8 de diciembre de 1929 la Madre escribe en su diario: "en la capilla de Gómez Herrero el Buen Jesús me dio a conocer cómo quería que se hiciese la imagen de su Amor Misericordioso y los símbolos que había llevar, e inmediatamente fuí a encargarla al escultor Cullot Valera en cual interpretó bien la idea y me pidió, por hacerla, quince mil pesetas". Se trata del crucifijo que se venera en el Santuario del Amor Misericordioso en Collevalenza - Italia. Representa a Jesús en cruz con expresión de sufrimiento sí, pero de gran serenidad, como de quien voluntariamente ha aceptado la muerte de cruz por amor; y lo representa aún vivo, mientras dirige al Padre la súplica "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" En el centro de este crucifijo destaca una grande hostia para recordarnos que el supremo sacrificio se perpetúa cada día para nosotros en la Eucaristía; a los pies, sobre un cojín reposa la corona de rey, porque El es Rey y quiere que su reino, que es sólo de amor, se instaure entre nosotros; por eso, al lado, está el Evangelio abierto y se lee "amaos unos a otros, como yo os he amado".

En la noche de Navidad, 24 de diciembre de 1930, en un piso alquilado a la Condesa de Fuensalida en Madrid, calle de Velázquez 97, funda la Congregación de Esclavas del Amor Misericordioso. La forman Madre Esperanza su hermana Madre Ascensión (en el siglo, María) Madre Pilar, Madre Aurora, Sor Soledad, Sor Virtudes, Sor Cándida, Sor Teresa, Sor Inés. La Congregación nace en la pobreza más absoluta; en casa falta de todo; duermen en el suelo apoyando la ca-beza en el único colchón que tenían para las nueve religiosas. En el arco de unos cinco o seis años, surgen con sorprendente vitalidad un gran número de casas y actividades para salir al encuentro de una necesidad urgente de aquella época, el analfabetismo, pues la ignorancia podía ser fácil pretexto para introducir ideas y convenciones aberrantes. Así, en este corto período, se abren, para las necesidades de los pobres, las casas de Madrid, Alfaro, Larrondo, Bilbao, Colloto, Hecho, Ochandiano, Menagaray, Santurce, Sestao, San Sebastián, Villava: cada una de ellas con la capacidad de recibir, de trescientos a quinientos niños de ambos sexos, dando la preferencia absoluta a los más necesitados y que no puedan pagar, o por los menos un veinticinco por cien de los niños acogidos tenía que ser gratis; si en una casa todos podían pagar, este importe de veinticinco gratuidades tenía que ser entregado para otros pobres. El ambiente de vida en sus colegios: madre Esperanza exige que sea clima de familia entre las religiosas y los acogidos, así todos comerán los mismos alimentos, los niños y las religiosas, éstas no pasarán al comedor sin antes haber servido a los niños, por lo tanto, si faltara algo, serían ellas en privarse, nunca los niños, como una madre que come lo que queda, después de haber servido a sus hijos.

En abril de 1936, la Madre Esperanza llega a Roma y en uno de los barrios más pobres alquila una casa, propiedad de las religiosas de Nuestra Señora de Namur, en la Via Casilina 222. Son los años difíciles de la guerra civil en España y de la segunda guerra mundial en Italia, después. Años de bombardeos, de miseria, hambre y terror. La Madre se entrega sin miramientos ni titubeos a: socorrer y curar a los heridos por los bombardeos, a ayudar a los perseguidos políticos, a dar de comer a quien no tiene nada. Con grande fe en la Providencia, pues con otros recursos no contaba, pudo abrir una cocina económica para dar de comer a cien, quinientas y hasta mil personas al día, y todo esto sin vajilla, que no existía, pues para ello hubo de adaptar enormes bidones de petróleo y, como platos botes de lata de conservas. Con la ayuda de la Providencia y de sus hijas, las Esclavas del Amor Misericordioso, para poder trabajar, y con el fruto del trabajo ayudar a los pobres, organizó un taller para cortar y coser camisas de militares.

En ocasión del Año Santo 1950, dispuso todo para acoger peregrinos de visita a los lugares Santos, para que éstos, en número de quinientos al día, encontraran un lugar de serena y generosa acogida. Durante estos años difíciles lleva a cabo nuevas fundaciones en Italia: Todi, Gubbio, Pavía, Genova Vazzola, Borsea, Francenigo, Perugia, Rieti, Colfosco, Fratta Todina etc. cada una con una actividad adaptada a las necesidades sociales del lugar.

El 14 de mayo de 1949 la Madre escribe en su diario cuanto había entendido del Señor. "Años más tarde, tú ayudada de Mí, con más angustias, fatigas, disgustos y sacrificios, organizarás el último y magnífico laboratorio que servirá de grande ayuda material y moral para las jóvenes que tendrán la dicha de poder ser admitidas: junto a este laboratorio estará la más grande y magnifica organización de un Santuario dedicado a mi Amor Misericordioso, Casa para enfermos, peregrinos, Casa para el Clero, el Noviciado de mis Esclavas, el Seminario de mis Hijos del Amor Misericordioso... Pero tú has de tener muy presente que para lograr grande cosecha de grano, es preciso echar a tierra la simiente, atormentarla con agua, sol y frío nieve y por fine que ésta se pudra y desaparezca para que fructifique y produzca gran abundancia de grano y que todavía esto no es suficiente para que este fruto pueda servir de sustento al hombre, sino que para ello este grano debe ser triturado, molido y pasado por el tamiz, para separar la harina de la crusca y después debe ser empastado con el agua y bien cocido para que pueda servir de gran sustento o principal alimento para el sostenimiento del hombre. Así tú debes pasar por toda esta elaboración para poder llegar a ser lo que Yo deseo que es, servirme de ti para sustento o sostenimiento de muchas almas y que los Hijos y las Hijas tomen de ti esta sustancia de la elaboración y así puedan darme mucha gloria en este Santuario, con el suave olor del sacrificio, la oración, la abnegación y el continuo ejercicio de mi caridad hacia el más necesitado".

El 24 de febrero del año 1951 continúa en su diario. "El Buen Jesús me ha dicho que ha llegado el momento de realizar la fundación de los Hijos de su Amor Misericordioso". Este es el origen de Collevalenza y de la Congregación de los Hijos del Amor Misericordioso, fundada en Roma el 15 de agosto de 1951 y establecida en Collevalenza el 18 del mismo mes. Rápidamente se extiende la Congregación de los Hijos del Amor Misericordioso en Italia: en Campobasso, Fermo, Perugia, Macerata, Spinaceto en Roma, Fornó; y en España: en Lujua, Larrondo, La Nora del Río, Villava, Sodupe; en Brasil: San Paulo y Mogi das Cruzes, mientras en Alemania las Hermanas abren tres casas: Ludwigshafen, Milgolsheim y Germersheim, en la Diócesis de Speyer y una en el Brasil en Mogi das Cru-zes.

Collevalenza en estos años se ha venido realizando con el deseo de poder llevar a cabo cuanto el Señor en su designios había comunicado y pedido en aquel mayo de 1949. Al llegar a Collevalenza la Madre se alojó en casa del señor Valentini, mientras que los Hijos se hospedaron en la casa parroquial. En 1953 fue construida la casa para los Hijos del Amor Misericordioso. En 1954 se comenzó el seminario. En 1955 la Capilla del Amor Misericordioso; la cual, el 30 de septiembre de 1959, fue erigida en Santuario por Mons. Alfonso María De Sanctis, entonces Obispos de Todi. Dicho señor obispo murió poco después en una clínica de Roma, y al trasladar el cadáver de Roma a Todi, el cortejo entró en el Santuario, para celebrar una misa de Requiem . El Santuario estaba repleto de clero y fieles, Los cuales fueron testigos del gozo de la Madre, en el momento que el Señor le dio a conocer la grande gloria y recompensa que había recibido su Excelencia por haber erigido el Santuario del Amor Misericordioso.

En 1960-61, con grandes dificultades, pero también con acontecimientos gozosos del todo enesperados, se lleva a cabo de la perforación del pozo del agua del Amor Misericordioso y se edifican las piscinas para la inmersión en ellas de los enfermos. La Madre, a los peregrinos que a ella acudían, inculcaba gran confianza en el Señor, el rezo de la novena al Amor Misericordioso, beber mucha agua y servirse de ella con fe. Son muchos los peregrinos que han puesto en práctica este consejo de la Madre y entre tantos miles hemos podido recoger las declaraciones de unos cuatrocientos o quinientos, que afirman haber recibido un signo tangible de la presencia del Señor. En 1962 fue construida la Casa de la Joven.

En 1965 el Santuario fue inaugurado solemnemente por el Cardenal Ottaviani con sesenta y dos Obispos de diversas partes del mundo. En 1967 se termina el primer pabellón de la Casa del Peregrino y seguidamente el segundo pabellón para peregrinos enfermos.

El 22 de noviembre de 1981 el Santuario registra un verdadero triunfo por la venida de Juan Pablo II. El sólo hecho de que el Papa haya querido venir al Santuario es de por sí estupendo y maravilloso, pero más maravillosas y entusiasmantes fueron las palabras que aquí pronunció: "Desde el comienzo de mi ministerio en la Cátedra de S. Pedro he tenido como mi misión el anunciar al mundo el Amor Misericordioso de Dios".

 

Día 8 de febrero: desde las 8 de la mañana la Madre Esperanza continúa su misión desde el cielo, junto a Dios Amor Misericordioso.

Madre Esperanza continúa su misión desde el cielo junto al Dios Misericordioso. Pero sigue viviendo entre nosotros con su espíritu y con la preciosa herencia que nos ha dejado:

1. en sus escritos,

2. en el ejemplo y el testimonio de una constante, total y incondicionada disponibilidad hacia el necesitado,

3. en su ardiente celo y dedicación a los sacerdotes.

 

La Madre Esperanza queda entre nosotros a través de sus escritos

La Madre Esperanza ha escrito unos diez volúmenes de carácter preferentemente formativo, para sus Hijos e Hijas. Las Constituciones de los Hijos y Esclavas del Amor Misericordioso, Libro de Costumbres para ambos, Consejos a los Superiores, comentario de la Pasión y muerte de Cristo, comentario de algunos pasajes del Evangelio, Vía Crucis, un voluminoso texto de reflexiones sobre la vida religiosa, la novena al Amor Misericordioso meditando el Padre nuestro, 186 cartas circulares a los Hijos y Esclavas del Amor Misericordioso, 198 cartas personales. Un rico y detallado diario, desde el 1927 hasta el 1957, que marca el camino por el cual ella se ha sentido llevada por mano del Buen Jesús durante esos treinta años.

 

Madre Esperanza queda entre nosotros con el testimonio y el ejemplo de su disponibilidad acogedora, constante y total hacia todo necesitado

Durante más de quince años, no obstante su delicada salud y sin fin de cosas que tenía que llevar adelante, sacaba para recibir, una por una, de ciento, a ciento veinte personas al día, unas 60/700.000 personas que a ella acudían en busca de consejos, consuelo y ayuda material y espiritual. Ella a todos acogía y prometía oraciones, no lo hacía por compromiso, y así, como el día no le bastaba, pasaba la noche en el oficio de "Portera del Buen Jesús", decía ella, o sea, encomendándole todas las personas que durante el día habían venido a pedirle ayuda; y no quería que se le olvidase alguno; poseemos una cuartilla, donde ella, una noche, apuntó, una por una, ciento doce novenas rezadas al Amor Misericordioso porque había prometido a ciento doce personas rezar por ellas. Esta era la verdadera fuerza y grandeza de Madre Esperanza. Los peregrinos, en su mayor parte italianos, que oían repetir de la Madre en un italiano medio español "Io pregaré per voi", volvían a sus casas con gran confianza y serenidad en el alma.

Pero quizá mucho más extensa que este contacto directo con las personas, era la inmensa red de misericordia que se alargaba en casi todo el mundo para acoger las súplicas de quien no podía venir en persona; durante unos veinticinco años ha recibido unas treinta cartas al día 300/350.000 cartas y no dejaba pasar ninguna sin la respuesta de que aseguraba sus oraciones. A todos recomendaba rezar la novena al Amor Misericordioso y tener gran confianza en El. Cada una de estas cartas y cada caso expuesto en ellas, lo tomaba como si fuese el único dolor al cual dar alivio y consuelo. Sólo un corazón virginal y dilatado por el amor de Cristo ha podido llegar a tanto y ser un reflejo viviente del inmenso amor de Dios hacia cada uno de nosotros.

Por eso, en Collevalenza ha creado un Centro de acogida con el Santuario y las dos casas del Peregrinos; por eso, no ha querido nunca, en este servicio personal externo y ajeno, como si se tratase de un Hotel porque los Hijos y Esclavas del Amor Misericordioso tienen que ser también ellos signo y reflejo de ese Dios que aquí, en Collevalenza, espera a los hombres, sus hijos, como un Padre que los ama y desea sólo hacerlos felices.

 

La Madre Esperanza queda entre nosotros a través de su "pasión" por los sacerdotes

Ya en el 1927, siente el deseo de ofrecer toda su vida al Amor Misericordioso por los sacerdotes para que haya muchos y santos. Funda a los Hijos del Amor Misericordioso, que se dedicarán de modo especial al Clero, para ayudarlos material y espiritualmente. Ha querido que cualquier casa de la Congregación, los sacerdotes la consideren como la propia casa, y a ellas pueden acudir siempre que lo deseen y necesitan, y, siendo su propia casa, es lógico que nada tienen que pagar por la permanencia en ella y demás. A ellos ha vinculado la misión de los Hijos del Amor Misericordioso los cuales podrán dedicarse a cualquier actividad pero, el emprender un servicio apostólico, el camino obligado y prioritario por el que deben pasar es: primero ir a los sacerdotes unidos a ellos dedicarse a cualquier actividad. Y no se ha limitado a esto sólo, sino que cada sacerdote del Clero Secular sabe, que, si quiere, puede, aún quedando al servicio de su diócesis, encontrar en la Congregación de los Hijos del Amor Misericordioso no sólo una casa, sino su verdadera familia con todo derecho, pues la Congregación lo acepta como miembro de la misma, como un hijo más del Amor Misericordioso.

P. Mario Gialletti fam

PERFIL DE MADRE ESPERANZA – 1

Mons. Bruno Frattegiani

† Arzobispo de Camerino

Auténtica pastorcilla del buen Dios

Edizioni Amore Misericordioso – 8 febrero 1987

Los Salmos son todos ellos espléndidos. Digo espléndidos en la letra, porque siempre, o casi siempre, son esplendor de forma y luz de límpida poesía transparente. Por otra parte, los hace mucho más espléndidos la riqueza del contenido, que ha inspirado a la Iglesia a hacer de ellos el alimento cotidiano de sus sacerdotes, diáconos y almas consagradas.

Quisiera dedicar un breve comentario del Salmo 23 (Dios pastor) a la santa venerada memoria de Madre Esperanza, auténtica pastoricilla del buen Dios y mensajera de Cristo Amor Misericordioso, dócil instrumento del Espíritu Santo en la entrega más absoluta a la Iglesia.

Querida Madre Esperanza, permíteme llamarte así. En el pobre calendario de mi vida está la memoria de un día en el que pude experimentar tu vocación profética. Es claro: se trata de vocación de cada cristiano auténtico; pero ese día (hace un cuarto de siglo) advertí en tu voz segura el sello de una jubilosa confirmación de lo alto. Aun sintiéndome yo muy tranquilo en orden a mi conducta (se trataba de dimisiones de cierta misión) quise ir a oír el parecer de la Madre Esperanza. Estaba seguro de una palabra buena: me comprendería sin duda. Pero figuraos mi alegría (diría precisamente el término adecuado al caso: qué paraklesis, que confortación) cuando Madre Esperanza me recibió gozosa y, antes de que yo chistase, me dijo segura y serena: "Hijo, el Señor te lo ha hecho hacer, por ti solo no hubieras podido". Entendámonos bien: no es preciso pensar en una iluminación particular sobre el hecho que a mí se refería y que Madre Esperanza podía haber conocido muy bien por otros.

Personalmente no dudo de ello; estoy por la iluminación, pero de todos modos es cierto que yo sentí tanta alegría por la valoración de mi proceder de aquellos días, de cuya rectitud y oportunidad pastoral no tenía ni tengo la menor duda. Si no les queda muy claro a mis benévolos lectores, les ruego tengan paciencia. Me explicaré mejor - si quieren - cuando nos veamos.

Recuerdo un luminoso comentario al Salmo 23 del Padre Vitti, profesor entonces del Instituto Bíblico, en una conversación con los seminaristas del lateranense (incluido yo naturalmente, hace apenas medio siglo). Por otra parte, se trataba de una exégesis espiritual, que no es expresión directa del salmista, pero que puede abrir las virtualidades del mismo salmo a la luz del Nuevo Testamento.

El Señor es mi pastor,

nada me falta:

en verdes praderas me hace recostar;

me conduce hacia fuentes tranquilas

y repara mis fuerzas;

me guías por el sendero justo,

por el honor de su nombre.

¿Qué hace el cristiano orante para no sentir la alegría de su bautismo en el contacto con las aguas tranquilas? ¿cómo no sentir la fiesta de su confirmación, que lo repara, y restaura en el camino hacia lo Eterno?

Aunque camine por cañadas oscuras,

nada temo, porque tú vas conmigo:

tu vara y tu cayado me sosiegan.

El bastón es para el lobo, pero el cayado está bien hasta para un ligero azote a cualquier ovejilla un poco extraviada o demasiado atrevida, que corre el riesgo de alejarse y perderse. Está dentro el motivo serio y, a la vez, gozoso, de la penitencia.

Preparas una mesa ante mí

enfrente de mis enemigos;

me unges la cabeza con perfume,

y mi copa rebosa.

En los cuatro miembros de la versión (un sólo verso en hebreo) podemos ver una alusión a la Eucarestía (una mesa), el óleo de los enfermos y el cáliz eucarístico.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan

todos los días de mi vida,

y habitaré en la casa del Señor

por años sin término.

Se cree generalmente que estos dos últimos miembros (habitaré etc.) no revelan aún el misterio de la vida eterna, que vendrá afirmada sin sombra de duda sólo mucho más tarde en el profeta Daniel y en el salmo 73.

De todos modos ese "todos los días de mi vida" ("larguísimos años") descubren ya las aspiraciones del salmista: es un sendero que se abre. Y, por otra parte, - con un poco de buena voluntad - se podría ver ahí la alegría de quien se ha consagrado al Señor en el sacramento del orden (diaconado, sacerdocio y episcopado), además, las pequeñas imágenes recuerdo del gran día (no siempre despojadas de su pizca de retórica piadosa), merecen ser consideradas y, por lo tanto, celebradas cada año como momentos de gracia extraordinaria y de compromiso serio con Cristo.

¿Recordáis un célebre libro de Don Mazzolari? No haríamos mal en desempolvarlo:

"Compromiso con Cristo", precisamente.

Mons. Bruno Frattegiani

Arzobispo de Camerino

PERFIL DE MADRE ESPERANZA – 1

Valentino Macca

Una mujer de esperanza

Edizioni Amore Misericordioso – 8 febrero 1987

La he conocido así: mujer de esperanza. Encarnaba maravillosamente el nombre "profético" que le fue dado en su juventud religiosa, el nombre que la ponía bajo la protección de S. María de la Esperanza, dándole de algún modo un corazón ancho, compasivo, que hacía pensar en el de la Virgen.

Llegó de España en un período trágico. Y en Roma la tragedia pareció implicarla. Fue el tiempo de la gracia. Con una serenidad y abandono lleno de fe en su "buen Jesús" y en la Iglesia, "dejó hacer" al Señor, segura perdidamente de El. Se tenía la impresión de que el sufrimiento, la contradicción, la incomprensión la fortaleciese en la certeza absoluta de la bondad de Dios.

Por lo cual, sabía "esperar", esperando contra toda esperanza", la hora de Dios, con la seguridad de que llegaría en el momento justo. Pero su esperanza era una esperanza activa, en la cual la espera llena de fe y de amor, maduraba en acción decisiva y valiente. Precisamente porque contaba con Dios a ojos cerrados, actuaba segura de la ayuda que ponía a su disposición la omnipotencia del Amor Misericordioso.

Los trabajos de la fundación en Madrid, la fortaleza de los orígenes en Roma, en vía Casilina, la resistencia indómita demostrada en Collevalenza, la presentaron como una mujer que cuantas más oposiciones y dificultades encuentra, tanto más "tira adelante" bajo la insignia de las grandes certezas de la esperanza.

Eran las certezas sacadas y maduradas en la oración sencilla y filial. Gran contemplativa, Madre Esperanza de Jesús conservó siempre, hasta el final, en su oración la actitud confiada, sencilla, inmediata del niño que sabe poder todo sobre el corazón del Padre que lo ama.

Y en esta actitud filial brota de su espíritu esa "parresía" que la hace hablar con el Señor con la audacia de los grandes profetas y amigos de Dios...

Es de febrero de 1964 la "confesión" en la que se dejó escapar que la vejez la había llevado a "altercar" con Aquel "que no sabe pedir cosas pequeñas y que razona poco". Feliz "altercado" con Aquel que es el Amor, y cuyo razonar está sólo en línea de una donación inmensa, generosa, imprevisible. Y si pide es porque quiere dar. O, como subrayaba la Madre, impulsa al máximo de la esperanza, para crear el vacío que El quiere llenar de sí y de su bondad generosamente.

Esta es la línea que la hace contemplativa del Amor Misericordioso. Lo había aprendido del Evangelio, su grande único libro. Teresa del Niño Jesús le había transmitido su sensibilidad espiritual hecha de confianza audaz sin límites para sí y para todos los pecadores. El Padre Arintero la había ayudado teológicamente - ayudado, a su vez, sapiencialmente por ella - en la comprensión del misterio. Pero todo revivía en ella de manera personal, inédita e irrepetible, en virtud de la experiencia profunda que hacía su palabra digna de ser creída, porque la trasmitía como palabra recibida del Buen Jesús mismo. Un amor de Padre y de Amigo que sólo sabe perdonar, compadecer, esperar, porque sólo sabe amar. Y sin cálculos. La Madre se complacía en poner de relieve de todos los modos, incluso en otro sentido, que Jesús "no ha sido nunca ecónomo", no sabe calcular: sólo sabe amar. Y con fidelidad, con delicadeza, con entrega, con respecto a la libertad, utilizando, de todos modos, las artes para hacer capitular al hombre en su Corazón como si no pudiera ser feliz sin él.

La "teología" de la Madre es la teología de la esperanza que se abre en confianza plena al Amor que quiere salvar a todos, incluso a los pecadores más endurecidos.

El Amor Misericordioso es el fundamento de la esperanza en el Amor "Real", crucificado y resucitado por la salvación de todos los hombres. Así, la humilde criatura que ha creído en la esperanza "que no queda confundida", se ha convertido en madre de esperanza para muchos hermanos a los cuales propuso y propone el mensaje central del Nuevo Testamento, como subrayó en Collevalenza Juan Pablo II.

Ya en el lejano 1965, hablando a sus Esclavas, había dicho con certeza: "Un día el Vicario de Cristo vendrá a visitar su Santuario". ¿Era una intuición profética, o era un grito de esperanza? mejor, ¿era a la vez, una y otra cosa? La esperanza no decayó en ella. La había convertido en madre de hijos e hijas en la doble Congregación que forma la única familia del Amor Misericordioso, esparcida ya incluso por el nuevo mundo.

La había abierto a una comprensión nueva del sacerdote diocesano y de las exigencias de su perfección evangélica. La había hecho mensajera inspirada de un Dios que lo quiere atraer todo a Sí. La hizo, al final, como había deseado y predicho, víctima que se inmola silenciosamente, gozosamente, sin cansancios, por la alegría del Amor Misericordioso y por la Madre Iglesia, su gran amor.

Frecuentemente, en los últimos tiempos, lograba suplir su comunicación con los ojos: hablaba, hasta el final, con sus ojos maravillosos que te penetraban y conquistaban. O mejor, conquistaban para la causa del Amor Misericordioso, conquistaban para la esperanza de la que fue siempre testigo y mensajera convencida y ardiente.

Es la esperanza que continúa anunciando con el Santuario del Amor Misericordioso y con sus Esclavas e Hijos, a quienes ha transmitido como heredad el ser apóstoles. En un apostolado que los "haga Amor Misericordioso" que sabe hacer viva entre los hombres la suprema esperanza de que Dios en Cristo abre los brazos y el Corazón a todos. Porque a todos ama y a todos quiere salvar.

¿No es significativo que Madre Esperanza, humilde esclava de la gran esperanza que florece del Amor Misericordioso salvador, se haya apagado la víspera del Año Santo de la Redención?

Valentino Macca

PERFIL DE MADRE ESPERANZA – 1

Nino Barraco

La historia de una postal

Edizioni Amore Misericordioso – 8 febrero 1987

La historia repetirá perpetuamente la vida de Madre Esperanza, su anuncio de Dios que ama al hombre, que es para el hombre un Padre y una tierna Madre.

Esta pequeña Religiosa que abrió en Collevalenza los brazos del Padre, y que hoy descansa en el misterio de la cripta.

Una mirada vivaz, profunda, obstinada de amor hacia el Crucifijo, todo uno con la Hostia. Un alma tenaz, sencilla de fe, como el lirio que florece en el corazón de la Virgen, tan entrañable para ella. Una espiritualidad de confianza y abandono que, llevando adelante el mensaje de santa Teresa del Niño Jesús, se ha hecho, signo del Padre Misericordioso.

Una vida imposible casi, en las manos de Dios, un caminar de prisa inexplicable para detenerse con las citas, las fechas, las perspectivas del Padre, ante el cual se colocó como reclinatorio de amor.

Desde España, extática de santos, a la Umbría dulce y mística, todo nació por amor. Y todo fue dado por amor. Desde la noche de Navidad de 1930 hasta la fiesta de la Asunción de 1951, hasta hoy: una respuesta siempre creciente al proyecto de Dios, que ha convocado, cada día, en peregrinación, multitudes de almas de todas las partes, por los caminos más lejanos, para hacerse oír con la voz de una Religiosa que se ha convertido en reclamo de un campanario altísimo.

Aquí, entre los Hijos y las Esclavas del Amor Misericordioso, el Papa Juan Pablo II proclamó la riqueza del amor, lo incansable del amor, la necesidad del amor: "Amor Misericordioso, te rogamos, que no decaigas".

Aquí donde había un "refugio" para los pájaros, y que hoy ha venido a ser el refugio de la misericordia de Dios, en servicio de todos los que sufren, de los enfermos, sobre todo, de los sacerdotes.

Lo sé, es difícil creer cuando todo grita dentro de nosotros, y Dios permanece en silencio. Es difícil besar las manos a este Dios, cuando nos parecen vacías, sin dones.

El alma gime: ¡si me hablase, al menos, si me di-jera que El lo quiere, que lo quiere!

¿Quién no ha gritado por la necesidad de una respuesta?

También yo he gritado. Pedía a todos los Santos. Cierto día, un amigo - ¿cómo se lo agradeceré? - me dijo que en Collevalenza había una religiosa, un santuario, un prodigio.

Escribí, rogando respuesta personal. Pero también aquí, no daban más que respuestas impersonales. A cada una de mis cartas, me contestaba solamente una postal ya impresa. Por una parte, decía que la Madre había recibido mi carta y "en la imposibilidad de poder contestar personalmente a tantas cartas", aseguraba oraciones. En el otro lado estaba escrito:

"...que los hombres conozcan a Dios, no como Padre ofendido por las ingratitudes de sus hijos, sino como un Padre bueno, que busca por todos los medios la manera de confortar, ayudar y hacer felices a sus hijos, y los sigue y los busca con amor incansable, como se no pudiera ser feliz sin ellos..."

Como un padre.

También, mientras tanto, me había convertido en padre. Comenzaba a tener experiencia, dolor, amor de padre. Un padre ama primero, no espera, sufre en los hijos.

Reflexionaba, cada vez más, sobre aquella postal.

¿Y si Dios fuese realmente padre? La verdad, aprendida, creída de niño, comenzaba a hacerse sangre.

Si fuera realmente padre. Habría resuelto todos mis problemas. Me bastaría saber que El lo sabe, que nada hay oculto para El. Que El ante todo me quiere feliz. Que El se adelanta a mis oraciones. Que El está haciendo todo por ayudarme.

Eso es: me bastaría saber que El me ama. Que El ciertamente me ama. Aunque no veo, aunque no comprendo, aunque no me doy cuenta de sus pruebas.

Era salir del túnel, después de tanto tiempo.

Era encontrar de nuevo la luz, tras la oscuridad. La estrella de Navidad fuera de la ciudad. Sentir que caían las cadenas de mis manos, lo mismo que Pedro.

Correr por los caminos, gritar a todos, como el endemoniado del Evangelio, que una vez curado por Jesús, le pidió quedarse con El. Pero Jesús le dijo: Vete a tu casa, a los tuyos, y diles todo lo que el Señor te ha hecho y la misericordia que ha tenido contigo".

Dios me ama. Está en la cruz por mí. Hará cuanto dependa de El. Ha puesto su felicidad en mí. Le doy las gracias. Y sé que debo restituir el amor. Que debo ser misericordia, comunión, esperanza con mis hermanos. Para que cada hombre en la tierra reconozca que es amado por Dios.

¿Como olvidar la postal de Madre Esperanza? Gracias a esta postal, después de la misericordia de Dios, he podido escribir: "He encontrado a mi Padre".

Nino Barraco