El hombre justo es el esclavo generoso del deber, el justo es el hombre que ama el bien y odia el mal y en ese amor se bonifica y perfecciona, porque el hombre es aquello mismo que ama, tierra o cielo, y hasta Dios, si Dios está en medio de su corazón.
¡Cómo luce y resplandece en el justo la rectitud más acrisolada de miras e intenciones, la pureza de corazón que rechaza hasta la sombra del desorden y el amor al bienestar y cómo le saca fuera de sí el amor a su Dios y el deseo de agradarle!
Tengamos presente que cuando el alma está adornada de la gracia santificante, brotan de ella como raudales de virtudes, gracias y dones sobrenaturales, que comunican al alma santa una belleza inexplicable. Imposible es, hijas mías, que podamos explicar en todo su valor al alteza y hermosura de esas joyas de los tesoros de Dios, que llamamos virtudes teologales, porque sólo Dios es dueño de ellas y de darlas a sus criaturas.
La fe, la esperanza y la caridad: con ellas se adornan y atavían las principales potencias del espíritu: inteligencia y voluntad; aquélla con la luz que dimana de la palabra eterna; ésta con la posesión de la Bondad soberana.
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ultimo aggionamento 05 maggio, 2005