Testamento espiritual de la Madre Esperanza
Todo por amor
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, escribo a mis amados hijos y a mis amadas hijas este Testamento.
A la Santísima Virgen, dejo encomendados, todos mis hijos e hijas y mis dos amadas Congregaciones y a todos los pobres acogidos en ellas.
Deseo dejar a mis hijos e hijas, la preciosa herencia que yo gratuitamente y sin mérito alguno mío, he recibido del Buen Jesús.
Estos bienes son:
Una fe viva en el Eterno Padre, en su Divino Hijo, en el Espíritu Santo, en el Santo Evangelio, en la Sagrada Eucaristía, en el triunfo de la Resurrección y Gloria del Buen Jesús y en todo cuanto enseña nuestra Santa Madre la Iglesia, Católica, Apostólica, Romana.
Una firme esperanza,
una caridad ardiente,
un amor fuerte al Buen Jesús y unas Constituciones dictadas por El y escritas llenas de fe y confianza por esta pobre criatura, para que mis amados hijos y mis amadas hijas, sean ricos en la eternidad, pues cumpliéndolas a la letra, ellas serán el fuerte capital que los enriquecerá en la Patria Celestial: advirtiéndoles que el Buen Jesús se encargará de hacer justicia a todos aquellos hijos e hijas que mirando estas sus amadas Constituciones sin amor y respeto, dejen de cumplir lo que ellas ordenan o se atrevan a cambiar o modificar algo de lo que ataña al espíritu y fin de estas santas Constituciones.
Deseo que todos mis hijos e hijas sean muy pobres de bienes materiales, pero muy ricos en virtudes, sobre todo de las virtudes Cardinales: Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza, virtudes que representan la Pasión y muerte de nuestro Divino Maestro y son las que deben resplandecer en el Hijo y en la Esclava del Amor Misericordioso juntamente con la fe, la esperanza y la caridad.
Recomendaciones que hago a mis amados hijos y a mis amadas hijas:
Sed humildes,
amaos mutuamente,
desterrar de vosotros los juicios temerarios,
no ambicionar jamás cargos o puestos elevados,
dejaos en manos de la obediencia como pequeños niños;
no discutáis ni alterquéis,
no preocuparos de cosas que no os han encomendado,
sed muy caritativos y amantes de la oración, pues el primer medio para alcanzar la gracia y la gloria es la oración; caminad siempre por el camino estrecho de la mortificación;
trabajad para adquirir el desprendimiento y desprecio de sí mismos, lo que lograréis con el conocimiento de Nuestro Dios, su amor y el conocimiento de vuestra nada y de vuestras miserias;
procurad hacer siempre y en todo la Voluntad de Nuestro Dios y buscad siempre su gloria y jamás la vuestra.
Guardaos, hijos míos, de toda avaricia;
procurad no tener afecto a las cosas terrenas, pues el Hijo y la Esclava del Amor Misericordioso deben ocuparse en la caridad, en las cosas divinas y espirituales y esto lo lograrán fácilmente, si vuestros corazones están puestos en el Buen Jesús.
Andad muy alerta para que no os enredéis en cuidados ajenos a vuestra vocación y a vuestro estado, jamás os mezcléis en negocios seculares que contraríen a vuestra vocación, ni aun con título de caridad o prudencia.
Petición que hago al Buen Jesús en el momento de la muerte de mi cuerpo y la vida de mi alma, por la misericordia y amor de mi Dios. Pido al Buen Jesús
sea El y la gloria de Dios, el móvil de las acciones de todos los hijos e hijas
y que El sea siempre su Abogado y los defienda contra los enemigos de su respectiva Congregación repitiendo siempre en favor de éstos: «¡Padre, perdónalos que no saben lo que hacen!»
Haz, Jesús, que a la hora de la muerte todos los hijos e hijas pueden decir llenos de amor y confianza, lo que yo te digo en estos momentos, esperando en tu caridad, amor y misericordia: «Padre mío, en tus manos entrego mi espíritu».
Collevalenza 22 de marzo 1955
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ultimo aggionamento 05 maggio, 2005