Dejemos nuestro amor propio y el «yo» y busquemos a Jesús

 

Queridas hijas: Se aproximan las fiestas de Navidad y creo que como, siempre, os estaréis preparando, para recibir en vuestros corazones al Divino Niño, espero que todas nosotras iremos a buscarle a El, sin esperar que El venga a buscarnos a nosotras y así empezaremos nuestra jornada, siguiendo el ejemplo de los Santos Reyes, ellos salen de la patria para la Judea, dejando riquezas y bienestar y nosotras vamos a salir de nosotras mismas, dejando nuestro «Yo», amor propio y deseo de bienestar.

Los Reyes eran dados a la contemplación del cielo y Dios que muchas veces, se acomoda en los llamamientos que nos hace a nuestra condición para mayor eficacia les mandó una estrella, para que los guiase al Portal, y ellos siguieron la estrella con prontitud, alegría y fidelidad, yendo sólo por donde ella les guiaba, con fe seguros de que encontrarían al recién nacido, en lo cual veremos la correspondencia a la gracia, al llamamiento de nuestro Dios, y el modo de corresponder.

¿Hemos correspondido nosotras al llamamiento de la gracia y de la vocación como los Santos Reyes?

¿Qué hacen al ocultárseles la estrella? Entran en Jerusalén para preguntar a Herodes por el Rey de los Judíos que debe de nacer y con esto nos mostraron su constancia y perseverancia, en lucha con los obstáculos para encontrar lo que buscaban. Al salir de Jerusalén, vuelven a ver la estrella, pues aunque ellos podían buscar al Divino Infante en Belén, Dios quiso regalarlos con la presencia de ésta, en premio de la fe y constancia de ellos.

Entran los Reyes en el Portal y penetrados de la luz celestial, que les hace conocer en el Niño a Dios Hombre, le adoraron con gratitud por haberlos traído a conocerle. Y nosotras, hijas mías después de haberle conocido y recibido de El la inmensa gracia de la vocación religiosa: ¿Cuál es nuestra gratitud y agradecimiento?

Ellos ofrecieron al Divino Infante; el oro, incienso y mirra, dones materiales; más el oro del amor, el incienso de la devoción y la mirra de la mortificación. Y nosotras Esclavas de su Amor Misericordioso, ¿qué le ofreceremos? Yo, hijas mías os invito a todas para que juntas en espíritu, la noche del 24 le ofrezcamos de nuevo: nuestro amor, nuestro cuerpo, nuestra voluntad y todo nuestro ser.

Pedir, hijas mías, para que esta vuestra madre cumpla siempre la voluntad de Jesús. Recibid todas mi felicitación de Navidad y Año Nuevo junto con un fuerte abrazo.

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ultimo aggionamento 05 maggio, 2005