Consideraciones sobre la sequedad

 

Queridas hijas: Por algunas cartas vuestras me doy cuenta de que algunas os halláis bajo la prueba de las sequedades: ¡Animo, hijas mías!, y tener muy presente, que muchas veces el Buen Jesús nos manda sequedades, para desasirnos de las criaturas, y hasta del placer mismo que hallamos en la piedad, para que pongamos todo nuestro cuidado en amar sólo a El.

Las sequedades son muchas veces una privación de los consuelos sensibles y espirituales que nos favorecen la meditación y el ejercicio de las virtudes, y así en el tiempo de sequedades vemos o experimentamos que a pesar de todo el trabajo que ponemos en hacer bien nuestra oración, no sentimos gusto en ella, sino más bien pesadez y cansancio.

Pero como algunas veces las sequedades provienen de nuestras faltas, hemos de examinarnos con mucha atención, hijas mías, pero sin inquietud, para ver si son nuestras culpas la causa de ellas, por movimientos, más o menos consentidos de soberbia, vana complacencia o, por andar buscando consolaciones humanas, sabiendo que nuestro Dios, quiere para Sí nuestro corazón todo entero, por falta de lealtad para con nuestros Superiores y entonces hijas mías tenemos bien merecido el que nuestro Dios, nos niegue sus consuelos.

Halladas las causas de vuestras sequedades, humíllense y con corazón sincero pidan perdón al Buen Jesús y ayudadas de El cuiden de corregirse.

Si no sois vosotras la causa, esfuércense para sacar de la prueba el provecho que nuestro Dios desea; para llegar a esto, hijas mías, hemos de estar convencidas de que servir a nuestro Dios sin gusto y sin deleites es mucho más meritorio que hacerlo con grandes consolaciones.

¡Animo hijas mías!, comenzar de nuevo a caminar en la virtud, teniendo presente que nos es muy difícil adelantar en ésta, sin constancia en el esfuerzo, convenzámonos de que la obra de nuestra perfección es labor de mucho tiempo y constancia.

Haz, Jesús mío, que los hijos e hijas, saquen siempre de las pruebas el provecho que Tú deseas y que lleguen todos a convencerse de que servir a nuestro Dios, sin gusto y sin deleite es mucho más meritorio que hacerlo con grandes consolaciones; y que el más perfecto acto de amor es el de conformar su voluntad con la de nuestro Dios.

Ayúdales Jesús mío, para que unidos siempre a Ti, en el momento de la prueba y tristeza, no desmayen, ni quiten nada a sus actos de comunidad, a su actividad ni a sus buenos propósitos, sino que imitándote a Ti, que puesto en agonía, oraste más extensamente, oren y sufran sólo por tu amor.

Pedid todos para que esta vuestra madre ayudada del Buen Jesús jamás se ensoberbezca en las consolaciones, ni se acobarde en las sequedades y las pruebas y que sea siempre constante en amarle y en darle cuanto El me pida, cueste lo que me costare.

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ultimo aggionamento 05 maggio, 2005