Roma, Jueves Santo, 22 Abril 1943
Queridas hijas: consideremos hoy la Pasión de Jesús desde la sentencia hasta la crucifisión.
Pilatos es, hijas mías, el tipo del rey corrompido por los respetos humanos pues sabía que a Jesús le perseguían por envidia y además había recibido aviso de su mujer de que no se manchase con la sangre de aquel Justo, y estaba convencido, y por su boca proclamó la inocencia de Jesús y sin embargo cobarde y vacilante, fue poco a poco violando la justicia, hasta parar en Deicida.
Veamos la saña de los principes de los Sacerdotes: ellos seducen al pueblo con la apariencia de justicia en el juicio celebrado contra Jesús y les persuaden a que pidan la libertad de Barrabás y les hacen gritar: «La sangre de El caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos».
Jesús para salvar a los hombres se entrega en manos de ellos voluntariamente y nada hace para salvarse, y ofrece su Pasión al Eterno Padre por nosotros.
Sírvanos de ejemplo la caída de Pilatos, para no dejarnos jamás arrastrar por los respetos humanos, seamos sinceras, nobles, rectas y desterremos de nosotras la hipocresía. Pilatos por los respetos humanos fue violando poco a poco la justicia hasta parar en Deicida, esto es lo que nos sucede con los pecados: que empezamos con los menores y éstos insensiblemente nos van conduciendo a los mayores, de modo que si queremos evitar el pecado mortal, es preciso evitar el pecado venial.
Jesús con la cruz a cuestas: esta cruz era ignominiosa, pesadísima y muy dolorosa porque tenía que llevarla sobre sus hombros llagados. Jesús lleva de compañía dos ladrones famosos, sentenciados a muerte de cruz por sus delitos, apareciendo Jesús como capitán de ladrones. ¡Ah! hijas mías, veamos al verdadero Isaac cargado con la leña para ser sacrificado por la salvación del hombre y al Eterno Padre llevando el fuego y el cuchillo.
El pregonero va publicando la sentencia, el pueblo va detrás gritando, los soldados van diciéndole mil injurias y Jesús, hijas mías, va cayendo, levantándose, desangrándose y dejando un rastro de sangre por las calles desde el Pretorio hasta el Calvario.
Simón Cirineo ayuda a llevar la cruz a Jesús: este es el tipo de los fieles que llevan la Cruz de Cristo y por disposición de la Divina Providencia la llevan detrás de Jesús. Llevar la cruz es inevitable, hijas mías, llevarla siguiendo a Jesús, es una dicha inmensa y llevarla después que Jesús la ha llevado es gloria.
En las piadosas mujeres vemos el motivo por el cual debemos llorar por nuestra futura suerte si no nos enmendamos. El encuentro con la Stma. Virgen, fue una escena de inmenso dolor.
Jesús es crucificado: El que es crucificado es el Hijo de Dios, nuestro Padre, nuestro Redentor, y nuestro Esposo. Las personas que le acompañan son: los Escribas, Fariseos y el pueblo, que rabioso grita con suma barbarie; las santas mujeres que lloran y la Stma. Virgen que repite en su Corazón: «Hágase en mí según tu palabra»
Jesús padece en el Cuerpo y en el Espíritu; en el vino mirrado que le dieron mezclado con hiel en seguida que llegaron al Calvario; en la desnudez de sus vestiduras, sufriendo grande vergüenza y afrenta delante de todo el mundo, en el momento de tenderse en el madero, en el traspasar sus pies y sus manos con clavos, en el descoyuntarle los huesos al clavarle la segunda mano estirándola porque no llegaba al agujero hecho en el madero, en ver a su Stma. Madre y a S. Juan al pie de la Cruz y en oír las palabras injuriosas de los judíos y soldados burlándose al pasar por delante de la Cruz.
Veamos las circunstancias: en día de Pascua, cuando mayor era la concurrencia en Jerusalén; al mediodía, para que todo el mundo pudiese verlo; en el Monte Calvario, lugar hediondo y de castigo de malhechores, para demostrar que moría por nuestros delitos; y entre ladrones como malhechor; y en una cruz muerte afrentosa.
Veamos el modo como Jesús padece, como Rey en el trono de la Cruz, muy distinto del Trono Celestial; siendo gran Sacerdote y Pastor vigilantísimo de nuestras almas; su mitra es la corona de espinas y su báculo la Cruz, los anillos los clavos de las manos, y sus vestiduras afrentosas.
Como Buen Maestro subió a la Cátedra de la Cruz y al fin de su vida hizo el epílogo de cuanto había enseñado en el mundo, particularmente de las ocho Bienaventuranzas. Jesús mostrándose capitán fortísimo y Dios de los Ejércitos, presentado en el campo raso del Monte Calvario, gana la batalla a las potestades del infierno y las venció destruyendo el reino de los vicios, peleando con las armas de la Cruz, clavos, espinas, azotes, ignominias y afrentas.
Jesús murió abrazado a la pobreza, pues los soldados se repartieron sus vestiduras, que era lo único que le quedaba, dando así hacienda, sangre y vida.
Esta enseñanza fue dolorosísima para su Stma. Madre; obrando los soldados por codicia se cumplieron las Escrituras, en todo, pues en el mismo reparto de las vestiduras al llegar a la túnica inconsútil de una sola pieza, hecha por la Stma. Virgen y empapada en sangre, echaron sobre ella suertes los soldados, estando éstos sentados para guardarla por encargo de los judíos.
Las causas porque padece Jesús, están en el título de la Cruz, Jesús, que quiere decir Salvador, moría por la salvación del mundo; Nazareno que significa florido y santo, porque subiendo El al árbol de la Cruz, la hizo brotar flores de virtudes y allí estaba el Santo de los Santos; Rey porque allí estaba el Rey Celestial cuyo Reino comenzaba desde el árbol de la Cruz, como el reino del pecado había comenzado desde el árbol del Paraíso; de los judíos, porque aunque ellos le negaron por Rey, lo era en verdad de ellos y de todas las naciones del mundo.
Escribieron el Título en tres idiomas, para que lo entendiesen todas las naciones del mundo.
Muriendo Jesús en la Cruz: destruye la obra del pecado del paraíso y vence a la serpiente infernal en toda la línea: la soberbia con la humildad; la ambición de honores con la pobreza suma, el placer y la sensualidad con los acerbos dolores.
Cena. Jesús celebra la Cena legal, se despide de su Madre, le refiere cuánto había de padecer en la Pasión y le encomienda su rebaño, que había de andar descarriado, hasta que El resucitase al tercer día.
En el camino de Betania a Jerusalén, los Apóstoles iban muy tristes y Jesús muy alegre, porque iba a la muerte con fervor de infinito amor, porque les iba a dar muestra de lo mucho que les amaba en comer con ellos el cordero legal y el otro de valor infinito, que era el mismo Sacramento. «Con deseo he deseado comer con vosotros esta Pascua».
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ultimo aggionamento 05 maggio, 2005