Roma, Viernes Santo, 23 Abril 1943

 

Queridas hijas, consideremos hoy las siete palabras que nuestro dulce Jesús pronunció desde la cruz.

Jesús en la primera palabra: «Padre perdónalos porque no saben lo que hacen», pide por los que le atormentan y ofenden, no pide que baje fuego del cielo, sino fuego de caridad y arrepentimiento que les inunde los corazones, pide por ellos excusándolos porque allí había muchos que no sabían lo que hacían, aunque había otros cuya ignorancia era culpable, por ser afectada; pide con humildad levantando los ojos al cielo y rogando al Padre que le oyó, pues muchos de ellos fueron después convertidos por S. Pedro.

En la segunda palabra, Jesús dice al buen ladrón: «Hoy estarás conmigo en el Paraíso»; el mal ladrón aumenta el baldón de Jesús haciendo coro con los que se burlaban de El en la cruz, pero el buen ladrón realizó en su conversión un acto de virtud muy heroica, pues corrigió al blasfemo públicamente con palabras muy graves, diciéndole: «¿Cómo estando en peligro de muerte no temes a Dios?».

El buen ladrón confesó su culpa por la que merecía la pena que allí padecía y confesó la inocencia de Jesús públicamente frente a Pilatos y a los judíos que le habían condenado por reo culpado y cuando los discípulos huían y los conocidos callaban, él confesó a Jesús por Señor y Rey, con humildad, teniéndose por maligno pues no le pidió su Reino, sino que se acordase de él y lo confesó no oyendo de Jesús sermones ni milagros, sino viendo la paciencia infinita y la santidad.

Las palabras de Jesús: «Hoy estarás conmigo en el Paraíso» son hijas mías, el fruto de la oración. Jesús perdonó al buen ladrón la culpa y la pena y aseguró la entrada de él en el Paraíso sin dilación. Veamos hijas mías, estos dos ladrones: el uno imagen del réprobo nos da motivo de temor contra la vana presunción y el otro imagen del predestinado, nos da motivo de confianza.

En la tercera palabra: «Mujer, he ahí a tu hijo», «he ahí a tu Madre». La Stma. Virgen al pie de la cruz es mártir de mártires por el amor entrañable con que amaba a su Hijo, por la viva aprehensión que tenía de los tormentos que padecía Jesús y por la gran compasión de que padeciese por los pecados ajenos. Jesús en medio de los tormentos acude a las obras de piedad, proveyendo de hijo a su Madre; la llama mujer para demostrar lo descarnado que estaba su corazón, de todo lo que era carne y sangre; y a la Stma. Virgen la dio el espíritu de Madre para con Juan sintiéndose ésta a mirarnos como hijos, por habérselo encargado así su Santísimo Hijo.

Cuando Jesús mirando a Juan le dijo: «He ahí a tu Madre», Jesús proveyó a Juan de Madre y en él a todos los hombres, para no dejarnos huérfanos; dejó a Juan el espíritu de hijo para con la Stma. Virgen y Juan lo cumplió porque así lo mandaba su Maestro; lo hizo así con Juan por su constancia en asistir a su Pasión y por su amor y pureza virginal.

En la cuarta palabra: «¿Dios mío, Dios mío por qué me has desamparado?»: Las tinieblas fueron una señal de tristeza por la muerte de su Hacedor, un velo para que los enemigos no le viesen la cara al Salvador y no siguiesen mofándose de El.

Una noche silenciosa a cuya sombra y soledad, Jesús en la Cruz, pudiese orar a sus solas, gastando las horas como cuando se retiraba a orar en los montes después de predicar y una señal de indignación de Dios, contra el pueblo ingrato.

Jesús se queja amorosamente del desamparado interior que sentía, porque el Padre le dejaba padecer, sin El poder dar un momento de descanso a su cuerpo, su Divinidad había desamparado a su Humanidad, en cuanto a los consuelos sensibles, el pueblo escogido le había negado, sus discípulos habían huido y millares de almas menospreciarían sus Sacramentos.

Las palabras de Jesús fueron un cuchillo de dolor para la Stma. Virgen que rogaría al Padre no desamparase a su afligido Hijo. Jesús con su amorosa queja nos quiso enseñar que nos podemos quejar amorosamente y presentar a Dios nuestros dolores, para que nos ampare y alivie en nuestras cruces.

En la quinta palabra: «Sed tengo». Jesús nos demuestra que sentía sed corporal, por la mucha sangre que había derramado, dejando secas las venas y entrañas por la fatiga de la larga jornada recorrida a toda prisa, y porque desde la noche anterior no había bebido nada. Sentía sed espiritual de hacer la Voluntad del Padre, de padecer mucho más por nuestro amor y de que todos los hombres se aprovechasen de su Pasión y muerte.

Jesús en esta palabra nos enseña también a exponer nuestras necesidades sin insistencia ni réplicas, con resignación y humildad, enseñándonos también a pedir a Dios.

Los enemigos de Jesús cometieron la crueldad de aplicarle a los labios una esponja con vinagre, y no hay quien le refresque su sed porque ni la Stma. Virgen podía, estando la cruz rodeada de enemigos, y el tormento de la Madre se aumentaba con la crueldad de ellos.

Las aguas que debemos desear ardientemente beber y de las que debemos tener sed insaciable las Esclavas del Amor Misericordioso, son las de la gracia, las de hacer en todo la Voluntad de Dios, las del Amor de Dios, anteponiéndolo a todo amor de las criaturas y las de las Bienaventuranzas.

En la sexta palabra: «Acabado es». Puso sus ojos en todas las sombras y figuras que había desde el principio del mundo, en los sacrificios y ceremonias de la Ley vieja ya cumplidos, en los fines porque había venido al mundo, y en los oficios que su Padre le había encargado satisfacer por el pecado: vencer el demonio y a la muerte, ser Maestro de perfectísima Doctrina, con el ejemplo más que con la palabra, y en los tormentos padecidos desde la Encarnación hasta aquel momento.

En la séptima palabra: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Dio Jesús una voz fuerte, clara, sonora, inteligible, para demostrar la victoria que obtenía contra el pecado, el infierno y la muerte, el sentimiento de su alma en separarse de su cuerpo que tan buena compañía le había hecho ayudándole a la obra de la Redención treinta y tres años.

Encomendando Jesús al Padre su espíritu, encomendó el de sus escogidos, que como dice S. Pablo: son un solo espíritu con El. Jesús inclinó la cabeza al pronunciar estas palabras, para señalar su obediencia al Padre, el peso de nuestros pecados que le hacían inclinar su cabeza al morir y el lugar del Limbo a donde descendía su alma.

Jesús expiró por la terribilidad de los dolores, falto de sangre, enflaquecido, sudando el rostro y habiendo cumplido su Oficio de Maestro, Pastor, Sumo Sacerdote, Redentor y Sol de Justicia que alumbra al mundo con su Doctrina. La Stma. Virgen está junto a la Cruz gimiendo y llorando, algunas de las jerarquías angélicas están también allí enviadas por el Padre no para aliviar los dolores de su Hijo sino para honrarle; el demonio también estaba al lado de la Cruz esperando para ver si hallaba algo en Jesús que fuese suyo y se encontró vencido y encadenado.

Los milagros acaecidos al expirar Jesús fueron, hijas mías, rasgarse el velo del templo en dos partes, para significar que los secretos misterios antes ocultos por las sombras y figuras de la Ley vieja y por nuestros pecados se abrían en adelante al conocimiento de los hombres y en señal del horrendo sacrilegio y blasfemia que cometió aquel pueblo al sacrificar al Hijo de Dios, temblar la tierra y quebrantarse las piedras, abrirse los sepulcros y resucitar los muertos en muestra de sentimiento de las criaturas insensibles por la muerte de su Hacedor; la conversión inmediata de muchos, pues el Centurión que guardaba a Jesús, al oír la voz espantosa del Salvador al expirar y aquellas señales de la naturaleza exclamó: «Verdaderamente es el Hijo de Dios», y los mismos soldados que con él estaban y el pueblo bajaban aterrados a la ciudad, hiriendo sus corazones; con tan admirables fenómenos se significó la gloria del que moría y la maldad del pueblo.

Jesús hijas mías, desde la Cátedra de la Cruz nos enseña: amor al sacrificio, la caridad y el modo de perdonar, El se da a conocer por medio de la suprema humillación de la Cruz para que la soberbia carnal jamás se gloríe en su presencia. Sólo en la Cruz de Jesús, hijas mías, hallaremos la salvación.

Consideremos a Jesús muerto, lo que hicieron con su Sacratísimo Cuerpo; los gloriosos trofeos de la victoria, el descendimiento de la Cruz, entierro y sepultura de Jesús, Soledad de la Stma. Virgen y los guardias del Sepulcro.

Los judíos pidieron a Pilatos que mandase quebrar las piernas de los crucificados y quitarles de la cruz, por odio a Jesús, para injuriarle más si estaba muerto o atormentarlo si es que todavía estaba vivo, porque veían que el pueblo se iba compungiendo de lo hecho y les convenía quitarlo de la vista de la gente porque la Ley mandaba que fuese quitado de la Cruz el mismo día en que moría el crucificado, que era considerado como malhechor. Sin embargo en llegando a Jesús no le quebraron las piernas por encontrarlo muerto, porque escrito estaba que el Cordero Pascual, que era imagen de Cristo, no le quebrasen hueso alguno.

La lanzada que uno de los soldados dio al costado de Jesús atravesándole el corazón y más el de la Stma. Virgen que el de Jesús, que ya no sentía, brotando agua y sangre, fue para ver si estaba muerto, pero esto lo permitió Dios para descubrirnos su corazón, morada en la que nos debemos guarecer contra los cazadores del infierno; para derramar la poca sangre que le quedaba, para significar la eficacia de la Pasión, que con el agua de la gracia lava los pecados, apaga el ardor de la concupiscencia y produce los Sacramentos de la nueva Ley y para mostrarnos que de su Costado salía la Santa Iglesia, Madre de todos los vivientes, como de la costilla de Adán salió Eva.

Veamos los gloriosos trofeos de la victoria insigne que nuestro Gran Libertador obtuvo en el Calvario contra la muerte y el infierno: Las señales de sus tormentos infinitos, que quiso conservar en Si mismo, en demostración de que pudo, supo y quiso rescatarnos con las armas de la humildad, mortificación y pobreza suma, afrentas, dolores, humillaciones e injurias en oposición a la soberbia en los honores, a la codicia en las riquezas y a la concupiscencia de los placeres.

Las fuentes de vida eterna de las cuales brota a raudales la Divina Gracia que se comunica a nuestras almas especialmente los Sacramentos y por otros infinitos medios, siendo el manantial inagotable de ellos la Pasión de nuestro Dios, cuya virtud se extiende a todos los lugares y tiempos, por modos innumerables, las puertas de infinita luz siempre abiertas a la salvación, por donde el Rey de la Gloria crucificado nos invita a todos a entrar en el Paraíso de su Santa Iglesia, para beber las aguas saludables de sus Sacramentos, y seguirlo en nuestra peregrinación por el desierto de la vida, hasta entrar en la tierra de promisión de la eternidad, para alimentarnos con los pastos de la bienaventuranza.

Las cinco pruebas o representaciones que nuestro Redentor hace en el cielo y en el Tabernáculo continuamente al Padre, presentándole sus méritos infinitos al Padre, al ejercer su oficio de Abogado nuestro, como Mediador entre Dios y los hombres.

Las cinco llagas son hijas mías, cinco focos de luz celestial, que disipan las tinieblas del mundo e iluminan las almas en el cielo sobrenatural de la gracia y de la gloria porque alimentan su virtud, en el foco infinito del Sol de Justicia.

Descendimiento de la cruz: La petición de José de Arimatea, discípulo oculto de Jesús (por sus respetos humanos) hecha a Pilatos de que le entregase el Cuerpo de Jesús fue, hijas mías, hija de la eficacia de la Pasión, pues desechando el respeto humano y el miedo que le embargaba, dio ejemplo de intrepidez y de amor cuando nadie se atrevía a acercarse al Cuerpo Sagrado por miedo a los Judíos. El concurrir Nicodemus hombre noble y justo a la obra del descendimiento, fue para enseñarnos que la unión de los poderosos buenos, es para el bien de gran eficacia.

El descendimiento de la Cruz, fue con gran esmero y diligencia, con mucho respeto, gran amor y ternura y para significarnos que así como había subido a la Cruz por obediencia, bajaba de ella por obediencia, puesto que sin licencia del Juez no podían ser quitados de la Cruz los ajusticiados en ella. Besando los Sacratísimos pies y manos del Redentor lo entregaron a la Stma. Virgen que lo besó y limpió con sus lágrimas, acompañándola S. Juan, la Magdalena y otras santas mujeres.

Entierro y sepultura de Jesús: Embalsaman el cuerpo de Jesús con mirra y áloes, para significar cuán empapado había estado en trabajos simbolizados en la mirra como El quiere que lo esté el de sus Esclavas, que deben embalsamar sus corazones en virtudes, con el ungüento de la caridad, amor y sacrificio; envolvieron el cuerpo de Jesús en una sábana de hilo fino, nueva y limpia como limpio, nuevo y suave debe ser el corazón de las Esclavas de su Amor.

nuevo: que no duerme en él más que Jesús; limpio: de otros afectos que no sean los de Jesús; suave: con la caridad y blanco con la limpieza de conciencia. Le pusieron a la cabeza un sudario por ser costumbre.

A Jesús se le sepulta: con todo prestado, sábana, sudario, ungüento y sepultura, para enseñarnos que a pesar de ser Rey de cielos y tierra, quiere que con gusto le prestemos todo nuestro corazón, cuerpo, sentidos, potencias, es decir, que El tiene todo nuestro ser mientras nosotras queremos, dejándonos en libertad de que se lo retiremos todo y lo demos a su enemigo, cuando nosotras queramos, esperando El como amoroso y agradecido pobre, que le demos lo que a El pertenece, y nosotras ingratas le quitamos a Jesús el amor con frecuencia, poniéndolo en las criaturas, le ofrecemos el corazón sucio después de haber dormido en él el amor carnal, la conciencia manchada por el pecado y la sábana áspera con el egoísmo y falta de caridad.

Y después de estar muchas veces Jesús entre nosotras todo el día mendigando amor, tiene que retirarse, viendo ocupado el sepulcro de nuestro corazón con el amor de las criaturas y a nosotras: ocupadas en dar gusto a nuestras pasiones, enemigas de El y de nuestras almas. ¡Qué dolor para el pobre Jesús! ¡Con qué mirada tan triste nos mira para ver si le miramos!

El sepulcro donde colocaron a Jesús era también nuevo, cavado en una peña a fuerza de pico, para significar que había de sepultarse la Piedra Viva de Cristo Jesús labrada con picos de trabajos.

Soledad de la Santísima Virgen: La Santísima. Virgen después de adorar a su Santísimo Hijo y la Cruz, traspasada de dolor y con mucho cuidado de no pisar la Sangre que había derramado el Señor, se retiró a su aposento, agradeciendo a los santos varones la obra que le habían hecho prometiéndoles el premio; ya a solas dio rienda al sentimiento y a las lágrimas en tiernos coloquios con el Eterno Padre, con el Alma de su Hijo que estaba en el Limbo y con el Cuerpo que estaba en el Sepulcro.

El Alma de Jesús que andaba librando las almas de sus amigos y consolándolas, no se olvidó de los suyos que andaban descarriados y con la Divina Inspiración los congregó al lado de la Stma. Virgen que los alentó con la esperanza de la Resurrección. La Stma. Virgen les alcanzó el perdón de la cobardía pasada y consoló a las santas mujeres que se dispusieron a buscar nuevos ungüentos para ungir aquel Sagrado Cuerpo al pasar la Pascua.

Los judíos pusieron guardas en el Sepulcro con injuria de Jesús, pues dijeron a Pilatos que como era engañador y seductor, temían fuesen sus Discípulos a robar el Cuerpo muerto y dijesen que había resucitado, sellaron además el Sepulcro temiendo, hijas mías, donde no había que temer.

Así sucede a la religiosa que quiere ocultar sus maldades, que pone guardas para que le avisen si viene el Superior, y el demonio le tapa los ojos de la fe, para que ella obre el mal creyendo que nadie la ve y después anda temiendo de ser acusada, o sea, temiendo a quien no debiera temer y burlándose del que debe respetar sin tener en cuenta que sus maldades están siempre patentes a los ojos de su Dios.

De la vigilancia de los judíos hija de la obstinación de ellos, sacó la Divina Providencia efectos contrarios a sus intentos, pues la Resurrección se publicó mucho más; así sucederá a las religiosas que con menosprecio de Jesús siguen en su obstinación. El Cuerpo de Jesús permaneció incorrupto por estar unido a la Divinidad, si nuestro corazón estuviese unido a Jesús, seguras podíamos estar de que a pesar de estar este sepulcro en este frágil puñado de tierra, estaríamos libres de su corrupción y lejos del infierno.

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ultimo aggionamento 05 maggio, 2005