1. Premisa
Creo sea muy importante, antes de abordar el tema de los contenidos de la Oración extática de la Madre, presentar brevemente el concepto que este término encierra, en qué ambiente espiritual este fenómeno normalmente se da en los santos y de qué fenómenos va acompañado. Esto nos servirá para colocarnos ante esta realidad mística en la verdad, sin exageraciones que bien poco ayudan a entender este don que Dios concede a quien quiere y sin falsas descalificaciones que quieren reducir esta experiencia a fenómenos humanos y, a veces, a enfermedades neuróticas o a epilepsia.
Sería un error imperdonable acercarse a esa experiencia mística de la Madre sólo considerándola como un fenómeno extraordinario, sin más, y reducir y analizar la oración de la Madre en esa situación de arrobamiento en Dios como una oración cualquiera, como la nuestra, sólo que más elevada.
Como bien se puede entender, es imposible llegar a comprender estos fenómenos mediante estudios filosóficos o psicológicos, incluso teológicos y mediante la lectura de tratados sobre el tema. Sólo recogiendo con humildad y veneración lo que los santos que han tenido este tipo de unión con Dios nos lo han dicho y descrito podremos llegar a entenderlo.
La Madre no nos ha explicado nunca ni el por qué, ni el qué, ni el cómo de este fenómeno místico que Dios le concedió. De estos fenómenos en la Madre tenemos sólo la observación curiosa, filial y directa que la mayor parte de los miembros de la Congregación pudimos tener a escondidas. Pero de lo que allí se daba entendimos bien poco: sólo que allí, en ese fenómeno, se estaba dando algo grande y misterioso, pero sin captar nada o poco de lo que allí había de fondo y de lo que se producía en el interior de la Madre. Vimos sólo la parte externa, las formas visibles en que se realizaba, que nos dejaba una sensación de misterio, de cosa fuera de lo normal. Pudimos ver sólo y escuchar el cómo exterior de una persona que es arrebatada por Dios a su presencia en el amor hacía oración extática a Dios a quien ve.
Para entender algo sobre los éxtasis es obligado, entonces, recurrir a santa Teresa, mujer también ella agraciada con esta experiencia mística y que, por obediencia, describió con detalle y muy certeramente lo que en su alma sucedía en este campo. Parecerá que estaré fijándome en los éxtasis de santa Teresa, pero en definitiva estaré intentando comprender lo que la Madre experimentó