2. Qué es un éxtasis
Mejor que intentar dar una definición descriptiva de este fenómeno, creo sea más conveniente presentar la experiencia que tuvo santa Teresa de estos fenómenos místicos, que pueden ser idénticos a los de la Madre. Podemos conocer la experiencia de santa Teresa de los éxtasis porque, por obediencia, escribió todo lo que experimentó en esas gracias que Dios le concedió y explicó, en la medida en que pudo, el cómo y el por qué se daban de esa forma.
Teresa utiliza varios vocablos cuando habla de los éxtasis[1]. En las sextas moradas, rotula así el capítulo 1: «Trata de cuando suspende Dios el alma en oración con arrobamiento o éxtasis o rapto, que todo es uno a mi parecer…». El vocabulario de Teresa sobre este tema es muy variado: éxtasis, arrebatamiento, rapto, arrobamiento, elevamiento, vuelo de espíritu, suspensión[2].
Podríamos resumir, en una síntesis excesivamente apretada, su pensamiento así. Éxtasis es:
- Ante todo una gracia santificadora, esto es, un don que Dios concede a una persona para preparar su espíritu a la unión con Dios más alta a la que puede llegar un alma
- Es una gracia cuyo contenido de amor, de conocimiento divino, de gozo o dolor… rebasa la capacidad funcional de nuestras potencias y sentidos: desborda «nuestro natural», y desata una intensa actividad más allá de ellos, en el puro espíritu humano, frente al Espíritu divino;
- En el ámbito corporal, cuando se está en éxtasis, este fenómeno produce una atenuación o incluso una extinción de la actividad psicosomática,
- Y tiene una excepcional repercusión en la conducta y en la personalidad del agraciado.
Es decir, según Teresa, el éxtasis abarca esos cuatro planos: el teológico sobrenatural (gracia que se infunde), el psicológico (amor, gozo, luz…), el somático (suspensión de sensaciones), y el ético práctico (reforzamiento de la personalidad, liberación y elevación de la conducta).
El éxtasis es presagio y preludio de la gracia nupcial de las moradas séptimas[3]. «¿Qué sosiego puede tener la pobre mariposica? Todo es para más desear gozar del Esposo. Y Su Majestad, como quien conoce nuestra flaqueza, la va habilitando con estas cosas y otras muchas (= los éxtasis), para que tenga ánimo de juntarse (séptimas moradas) con tan gran Señor»[4]
Éxtasis, «vuelo del espíritu lo llamo yo»[5], es la salida de sí mismo, atraído por Dios, que es capaz de elevar el espíritu humano como «una paja cuando la levanta el ámbar»[6]: así «este nuestro gran gigante y poderoso arrebata el espíritu»[7]
Teresa no encuentra palabras para describir esa experiencia de la salida de sí misma, ni del lugar a donde es arrebatada, ni el cómo Dios lo hace y balbucea. «No sé si acertaré a decir lo que he entendido…»[8]; «¿Cómo se puede entender que entiende ese secreto? – Yo no lo sé, ni quizá ninguna criatura…»[9]; «no sé si atinaré en lo que digo…»[10]; «Tampoco entiendo eso…»[11]. «No sé si queda dado algo a entender de qué cosa es arrobamiento, que todo es imposible»[12]
Como he afirmado en nota, el éxtasis no es sólo una visión en la que Dios que se deja ver transmitiendo a la criatura mensajes, sus designios y su voluntad. En los éxtasis se dan fenómenos difíciles de entender humanamente y que involucran al cuerpo y al espíritu. El alma sale de sí misma y es arrebatada a otro lugar, allí donde Dios se manifiesta y se deja ver. Este arrebato no es un “secuestro espiritual”. Es una acción divina que cambia las leyes que rigen la existencia del alma mediante transformaciones que afectan al cuerpo y al espíritu
Estos fenómenos que se dan en el alma son los siguientes:
a. Lo exterior, en el cuerpo. Estos son fenómenos que pueden ser perceptibles también por quienes presencian los éxtasis. En la Madre todos los vimos. En el cuerpo del místico extasiado no hay actividad corporal, la sensibilidad se “suspende”, la vista se oscurece del todo (no ve lo que sucede a su alrededor), lo mismo el oído (no se percata de los ruidos y movimientos que se originan a su alrededor).
La “suspensión”[13] llega a afectar a las funciones psíquicas, como atender y comunicar con los otros, …, «aunque no está tan sin sentido interior, porque no es como a quien toma un desmayo o paroxismo, que ninguna cosa interior ni exterior entiende»[14] «Cuando está en arrobamiento el cuerpo está como muerto, sin poder nada de sí muchas veces, y como le toma (el éxtasis), se queda: si en pie, si sentado, si las manos abiertas, si cerradas. Porque aunque pocas veces se pierde el sentido, algunas me ha acaecido a mí perderle del todo, pocas y poco rato. Mas lo ordinario es que se turba y, aunque no puede hacer nada de sí cuanto a lo exterior, no deja de entender y oír como cosa de lejos»[15]. «Si esto todo pasa estando en el cuerpo, o no, yo no lo sabré decir; al menos, ni juraría que está en el cuerpo, ni tampoco que está el cuerpo sin alma»[16]
b. Pero mucho más importante es lo que acontece en el interior. «Lo que yo entiendo en este caso es que el alma nunca estuvo tan despierta para las cosas de Dios, ni con tan gran luz y conocimiento de Su Majestad. Parecerá imposible, porque si las potencias están tan absortas, que podemos decir que están muertas, y los sentidos lo mismo, ¿cómo se puede entender que entiende ese secreto? Yo no lo sé, ni quizá ninguna criatura, sino el mismo Criador…»[17] Y no sólo concierne el conocer, sino también el amar, el gozar y el sufrir.
Al arrobamiento sigue el vuelo del espíritu, el cual es tan impetuoso que parece separar al alma del cuerpo, y que no se puede resistir. “Parécele al alma que toda junta ha estado en otra región, muy diferente de en ésta en que vivimos, adonde se le muestra otra luz tan diferente de la de acá, que si toda su vida ella la estuviera fabricando junto con otras cosas, fuera imposible alcanzarlas. Y acaece que en un instante le enseñan tantas cosas juntas, que en muchos años que trabajara en ordenarlas con su imaginación y pensamiento, no pudiera de mil partes la una”[18].
Teresa subraya el conocer: luz, entender verdades, iniciarse en lo secreto de Dios. Esto es el meollo del éxtasis. «Yo tengo para mí que si algunas veces no entiende de estos secretos, en los arrobamientos, el alma a quien los ha dado Dios, que no son arrobamientos, sino alguna flaqueza natural, que puede ser (=ocurrir) a personas de flaca complexión, como somos las mujeres»[19]. Ahí su núcleo religioso
Dato importante, insistentemente recalcado. Ya antes había escrito: «Quedan unas verdades en esta alma tan fijas de la grandeza de Dios, que cuando no tuviera fe que le dice quién es y que está obligada a creerle por Dios, le adorara desde aquel punto por tal»[20].
c. Lo trascendente. El éxtasis místico es el resultado de una interacción entre Dios y el espíritu humano. “Arrobamiento” es «que roba Dios toda el alma para sí, y que como a cosa suya propia y ya esposa suya, la va mostrando alguna partecita del reino que ha ganado, por serlo; que, por poca que sea, es todo mucho lo que hay en este gran Dios, y no quiere estorbo de nadie, ni de potencias ni sentidos; sino de presto manda cerrar las puertas de estas moradas todas, y solo en la que él está queda abierta para entrambos»[21]
Esa especie de acercamiento al ámbito de Dios es, en el fondo, la última razón del éxtasis: «Parece que quiere nuestro Señor que todos entiendan que aquel alma es ya suya, que no ha de tocar nadie en ella; en el cuerpo, en la honra, en la hacienda, enhorabuena, que de todo sacará honra para Su Majestad; mas en el alma, eso no…!»[22]
d. El eco humano del éxtasis. Es cierto que el acontecimiento religioso profundo se celebra en lo más secreto de la morada que el Señor del castillo tiene reservada para Sí en el alma humana. Pero «cuando esta merced (del éxtasis) les hace (Dios) en secreto, tiénenla por muy grande…; cuando es delante de algunas personas, es tan grande el corrimiento y afrenta (=vergüenza) que les queda, que en alguna manera desembebe el alma de lo que gozó, con la pena y cuidado que les da pensar qué pensarán los que lo han visto…»[23]. Esto es, cuando estos éxtasis suceden en presencia de otras personas, al volver de ellos, el místico siente sonrojo, vergüenza y disgusto. También a la Madre le sucedía.
Teresa deja reflejado alguno de sus trances de «corrimiento» y humillación[24], cuando su sonrojo «vino a términos que… de mejor gana me parece me determinara a que me enterraran viva, que…» a dar espectáculo con uno cualquiera de sus arrobamientos incontenibles. «Y así cuando me comenzaron estos grandes recogimientos o arrobamientos a no poder resistirlos en público, quedaba yo después tan corrida, que no quisiera aparecer adonde nadie me viera»[25]
Resumiendo, podemos decir que cuando Dios se aparece en éxtasis al alma:
- Dios la hace “boba del todo”, la lleva a otro lugar totalmente desconocido por ella
- Es “boba” porque Dios suspende todas sus facultades “para imprimir mejor en ella la verdadera sabiduría”. Los sentidos externos ya no funcionan (ni ve, ni oye, ni gusta, ni olfatea. Solo conserva el habla, pero elevada y dirigida a Dios que se le muestra de forma desconocida totalmente por ella)
- El alma, ante Dios en los éxtasis, es totalmente pasividad: “ni ve ni oye ni entiende” como suele hacerlo cuando está fuera de este estado extático.
- Es breve. Para el alma que ha perdido la noción del tiempo y está ante Dios todo tiempo es breve. La Madre terminará el tiempo del éxtasis casi siempre con la expresión: “no te vayas, Jesús mío”. “Harto más breve le parece a ella de lo que debe de ser”. Al alma le parece el tiempo que está en éxtasis muy breve con respecto a lo que ella quisiera que durase.
[1] Teresa, V 1 “Querría (yo) saber declarar con el favor de Dios la diferencia que hay de unión a arrobamiento o elevamiento o vuelo que llaman de espíritu, o arrebatamiento, que todo es uno. Digo que estos diferentes nombres todo es una cosa. Y también se llama éxtasis…».(ibid)
[2] El RAE lo define: «Estado del alma, caracterizado por cierta unión mística con Dios mediante la contemplación y el amor, y exteriormente por la suspensión mayor o menor del ejercicio de los sentidos» y Cobarruvias, coetáneo de Teresa lo define: «Éxtasis es un arrebatamiento de espíritu que dexa al hombre fuera de todo sentido, o por fuerza de alguna vehemente imaginación o por alguna súbita mudanza de un placer repentino o no temido pesar; y como dice san Dionisio, sucede algunas veces a los muy contemplativos o santos, y otras lo fingen los muy grandes vellacos hipocritones y algunas mujercillas invencioneras que se arroban. Desta gente han castigado a muchos, con que se han enmendado los demás, y así no los creen tan fácilmente» (Cobarruvias, Tesoro de la lengua…, p.576).
[3] No es un don cualquiera. Dios lo da a quienes han llegado a la sexta morada y a quienes quiere preparar para “el matrimonio espiritual”.
[4] Teresa, VI M 4 (non Teresa, VI M 1)
[5] Teresa, VI M, 5, 1
[6] Teresa, VI M, 5, 2. No es entonces sólo una visión de Dios. Para que el alma pueda “ver a Dios” debe salir de sí misma, ser llevada a la esfera de Dios
[7] Ibid
[8] Teresa, VI M 4, 2
[9] Teresa VI M 4, 4
[10] Teresa, VI M, 4, 7
[11] Teresa VI M 4, 6
[12] Teresa VI M 4, 17
[13] Santa Teresa, Vida 18. La suspensión de los sentidos es el resultado de la absorción en Dios. En lo que toca a los sentidos exteriores, lo primero que se advierte es la insensibilidad y el entorpecimiento de la vida física, de la respiración, y, por consiguiente, la disminución del calor vital. “Se siente muy sentido faltar del cuerpo el calor natural: vase enfriando, aunque con grandísima suavidad y deleite” (Vida, cap. 20, n. 3). Luego sigue cierta inmovilidad, que hace que el cuerpo conserve la actitud en que le cogió el éxtasis; la mirada queda fija en un objeto invisible. El éxtasis, que naturalmente parece debería robar fuerzas al cuerpo, dáselas nuevas por el contrario (Vida, cap. 18). Verdad es que, al volver de él, se siente cierta dejadez, pero después viene un “ crecentamiento” de energía.
[14] Teresa VI M 4, 3
[15] Teresa, Vida 20, 18. “Pues, tornando a lo que decía, manda el Esposo cerrar las puertas de las moradas y aun las del castillo y cerca; que en queriendo arrebatar esta alma, se le quita el huelgo de manera que aunque duren un poquito más algunas veces los otros sentidos, en ninguna manera puede hablar; aunque otras veces todo se quita de presto y se enfrían las manos y el cuerpo de manera que no parece tiene alma, ni se entiende algunas veces si echa el huelgo. Esto dura poco espacio, digo para estar en un ser; porque quitándose esta gran suspensión un poco, parece que el cuerpo torna algo en sí y alienta para tornarse a morir y dar mayor vida al alma, y con todo no dura mucho este tan gran éxtasis” (VI M, 4, 13
[16] Teresa, VI M, 5, 8
[17] Teresa VI M, 4, 4
[18] Teresa, VI M 5, 7
[19] Teresa VI M, 4, 9. Es decir, si en los éxtasis no se da conocimiento de Dios, no son verdaderos éxtasis, sino flaquezas del cuerpo.
[20] Teresa, VI M, 4, 6
[21] Teresa, VI M, 4, 9
[22] Teresa, VI M, 4, 16
[23] Teresa, VI M, 4, 16
[24] Teresa, Vida, 31, 12-13
[25] Teresa, Vida 31, 12