1. «Queda el alma tan deseosa de gozar del todo...»       

a. El éxtasis, como ya hemos dicho, es un medio para superar nuestro angosto espacio vital y funcional: «Porque nuestro natural es muy tímido y bajo para tan gran cosa (cual es la experiencia de Dios), y tengo por cierto que si no le diese Dios (ánimo y fuerzas)..., sería imposible»[61]. Es decir, imposible soportar la cercanía de Dios sin pasar por el fuego del éxtasis: «La saca Dios de sus sentidos, porque si estando en ellos se viese tan cerca de esta gran Majestad, no era posible, por ventura, quedar con vida»[62]

b. Pero el éxtasis es para la persona un crisol de fuego: «¡Oh, cuando el alma torna ya del todo en sí, qué es la confusión que le queda y los deseos tan grandísimos de emplearse en Dios de todas cuantas maneras se quisiere servir de ella! Si de las oraciones pasadas quedan tales efectos..., ¿qué será de una merced tan grande como esta?»[63]. Aquí se asienta definitivamente en la Madre el deseo de cumplir en todo la voluntad divina, de darle gloria en todo lo que hace.

c. Por eso mismo la gracia del éxtasis es pasajera. Meramente preparatoria del sujeto humano para avanzar hacia la plenitud final de las moradas séptimas. Como el fuego del purgatorio para entrar en el cielo[64]. «En esta morada (sexta) son muy continuos los arrobamientos, sin haber remedio de excusarlos»[65]. Pero «en llegando el alma (al estado final: moradas séptimas), todos los arrobamientos se le quitan»[66]

Ahora ya no son deseos punteros, prendidos en los dardos de la voluntad o en los latidos del corazón. Ahora se han apoderado de la persona en su totalidad. La persona misma se vuelve «deseo de Dios». «Varón de deseos», definía la Biblia al profeta. Aquí, «mujer de deseos».

Esa totalidad es presentada por Teresa en dos planos, psicológico y teologal.

- En el primero: «Queda el alma tan deseosa de gozar del todo (de Dios)...»[67]

- En el segundo, el plano teologal, es Dios quien «da a estas almas un deseo tan grandísimo de no le descontentar en cosa ninguna, por poquita que sea...» [68]

Como veremos, los éxtasis de la Madre  son en una buena parte deseos de ser en todo de Dios y propósitos de no hacer nada en contra de la voluntad de Dios, de contentar a Dios en todo, de que Dios se “recree mirando” la buena voluntad de ser santos de los miembros de las Congregaciones.

Lo que a Teresa le pasa es esto: está «deseosa de gozar del todo...» Pero ¿gozar de qué o de quién? Pues exactamente de quien le infunde tales deseos. Por tanto, «deseosa de Dios».

Esos deseos le producen un «tormento sabroso». Es la vida misma la que se le ha convertido en «tormento sabroso».

A Teresa le asaltan «ansias grandísimas de morirse». Subrayemos esos desconcertantes vocablos. «Y así, con lágrimas ordinarias pide a Dios la saque de este destierro».

- «anda el alma (Teresa) tan tierna del amor...».

- Los deseos producen «ternura de amor». «En fin, no acaba esta mariposica de hallar asiento que dure; antes, como anda el alma tan tierna del amor, cualquier ocasión que sea para encender más ese fuego la hace volar».

- Fuego para volar. Encender el fuego es avivar el amor.


[61] Teresa, VI M, 4, 2

[62] Ibid, VI M, 4, 2

[63] Ibid, VI M, 4, 15

[64] Teresa, VI M 11, 6

[65] Ibid, VI M, 6, 1

[66] Ibid, VII M, 3, 12

[67] Teresa, VI M, 4, 1

[68] Ibid, VI M, 4, 3