2. Todo en ella debe vivir de él, con él, por él y junto a él (amarte)
La Madre puede decirle a Dios, sin ruborizarse, que vive de él y por él. No sólo que desea, sino que vive, no tiene otra cosa que Dios “Jesús mío, yo quisiera solamente poder vivir de Ti y por Ti. En mi vida no tengo otra cosa”[302]. “Quiero amarte, quiero vivir Contigo, ¡quiero darte mi vida, Jesús mío! quiero darte... no tengo nada, quiero darte y no tengo nada, solamente esta ruin persona, tan vil como Tú la conoces... más... que sea castigado este cuerpo mío que tanta guerra me da ... sí, pero todavía me da guerra, ¿sabes? todavía me da”[303].
Estar con Dios es su única aspiración. “... Tú puedes hacerlo, Jesús mío, el que yo pueda estar a tu lado toda la noche. Quisiera, Jesús mío, estar Contigo para siempre, por toda una eternidad”[304]
Estar con Dios para ella consiste en estar dentro de Dios y Dios dentro de ella, formando una única cosa: que todos puedan ver en ella a Dios y que Dios pueda manifestarse en ella. “Lo que sí quiero decirte, Jesús, es que quiero estar ... no puedo hacerlo como no esté dentro de Ti y Tú dentro de mí. Que no tengamos otra entrada que la de estar unidos, dentro uno del otro y después ... que haga el diablo lo que quiera, ¡déjalo! ¡déjalo! si me rompe una costilla ya tiene bastante, si me rompe la cabeza, pues que la hubiese tenido más dura ... de todos modos, Jesús mío, yo vengo a decirte que por mí no te preocupes y que me des grandes sufrimientos, pero que no se den cuenta ni las Hermanas, ni los Padres...”[305]
Son muy bellas las imágenes que presenta para expresar este deseo de ser uno con Jesús. “Yo me abandono en Ti, soy toda tuya como si fueses Tú el que hablas dentro de mí. No quiero nada más que darte gloria a Ti y a la Madre (la Virgen) ¡a Ti y a la Madre!”[306]
Estar junto a Dios no es para ella quietud contemplativa. Este estar junto a Dios tiene tres puntos que sobresalen sobre los demás: vivir para amarle, vivir para sufrir con él y por él y vivir para cumplir su voluntad. “... Jesús mío, Tú lo sabes que quiero vivir para amarte y sufrir; quiero lo que Tú quieras, Jesús mío, y quiero darte mucha gloria, ¡ayúdame, Jesús mío! Quiero vivir para amarte y amarte para sufrir”[307].
“Quisiera estar unida a Ti, esto es verdad; hazlo, Jesús mío! ayúdame! no te vayas nunca de mi lado y yo procuraré estar junto a Ti; pero no te canses de mí, Jesús mío! no te canses, ten paciencia”[308]
Para ella, que vive en el último grado de santidad, no se puede estar al lado de Dios sin hacerse partícipes de los sufrimientos de Dios. “Que yo tenga esa fortuna: que el tiempo que me quede de estar aquí, que sea aquel que Tú creas, pero que me sirva para sufrir mucho más y amarte fuerte, fuertemente, ¡Jesús mío! Quiero amarte fuertemente, quiero vivir para sufrir, quiero amar para darte gloria a Ti; para darte gloria, ¡Jesús mío!”[309].
“Yo quiero ir Contigo, quiero estar allí, quiero hacer tu voluntad; quiero sufrir amándote y vivir sufriendo. Todo aquello que Tú debas sufrir quiero sufrirlo yo por Ti, y Tú, si alguna cosa tienen, atribúyemela a mí, porque he perdido mucho, muchísimo tiempo ... podía también yo haberlo arreglado un poco ...”[310].
“Y sólo quiero, si Tú lo quieres, Jesús mío, me concedas cuanto antes que yo no tenga más consuelo ni más interés que el de amarte, el de amarte y sufrir por Ti; pero, Jesús mío, sufrir por Ti sin que ahora sufras, porque eso es lo que más me horroriza. Yo quiero vivir para sufrir, pero quiero vivir Contigo y que Tú no participes de nada de esto, ¡de nada, Jesús mío! hazlo, es una cosa que se puede arreglar y yo te lo pido, Jesús mío, llena de fe, llena de amor y con la confianza de que Tú, como buen Padre me concederás este deseo tan triste que tengo. Digo triste, porque Tú te vas a poner triste y no vas a poder hacer carrera de mí, Jesús[311]. Está pidiendo sufrir los dolores de la Pasión.
Estar junto a Dios pero trabajando, haciendo navegar al corazón en el amor y moviendo las manos en el servicio de modo que todo sea “para Ti”. “Que mi corazón esté navegando, que mis manos trabajen donde haya que trabajar, donde la obediencia lo quiera y de la manera que la obediencia me lo mande, pero que el corazón no quede atrás; que el corazón esté siempre Contigo; que siempre se dirija a Ti; que nuestras palabras, nuestras acciones, todo, sea para Ti, todo para Ti, ¡ayúdanos, Jesús mío!”[312]
Amar a Dios “para que él repose”. “Que puedan avanzar con el corazón ardiendo para que Tú reposes un poco; que haciendo ellos lo que deben de hacer Tú les puedes aliviar, les puedes guiar, les puedes decir...”[313]
“No quiero otra cosa, Jesús mío, que vivir para Ti y darte gloria; darte gusto a Ti, en aquello que me pidas, porque todo lo que Tú me puedes pedir es cosa agradable para mí”[314]
Quien ama de veras no puede consentir que el Amado quede solo. “Antes te he dicho que quería morir para estar Contigo, junto a Ti, pero veo que también ahora estás junto a mí, aunque yo me encuentro tan lejos muchas veces; pero yo te digo, Jesús que morir quiero antes que dejarte solo”[315].
Pero tampoco quien ama soporta ya estar sola. La soledad, esto es, el vivir sin estar ante la presencia de Dios, le da “miedo”. “¡Sola no, Jesús mío! ... todo el tiempo que Tú quieras que yo esté allí, ¡pero sola no, Jesús mío! Soy débil en esto, tengo miedo de estar sola ... Contigo no, Contigo no, Contigo toda la noche y toda la vida, ¡Jesús mío, toda la noche y toda la vida!!”[316]
La Madre vivía en el quinto grado, pero era humana. El cansancio, el desgaste físico y los años hacían acto de presencia en ella como en todo mortal, pero eso no era motivo suficiente para aflojar su deseo de estar con Dios. “¡Señor, ayúdame! ¡Este cuerpo no se tiene en pie y siento grande desaliento!!”[317]. También ella necesitaba reposo. “... Jesús mío sí, irme para darte gloria a Ti con eso mismo, e irme para reposar, para poder darte gloria a Ti con más facilidad mañana”[318].
Este estar al lado de Dios, unida a él, siendo una con él, según ella, tiene enemigos muy camuflados peligrosos. Hoy en día tacharíamos a la Madre “tradicional”, de anquilosada en otros tiempos pasados, de no estar con los tiempos, de ver más peligros de los que realmente hay, de ser excesivamente y exageradamente espiritual. Sufrió en su alma estos peligros que estaban entrando en las comunidades y así los vivía ante Dios en la oración. “Es un momento difícil, Tú lo ves; en la evolución de este siglo tan estúpido en el que todos piensan sólo en divertirse, distraerse, vivir cómodamente y pasarlo bien; en este siglo de desvarío, de televisión, de tantos medios para aliviarse, vivir despreocupados... ¿para qué sirve todo esto, Señor? para alejarse de Ti, para introducir en las casas Religiosas el mundo con la televisión; y las hijas que antes no lo hacían, hoy sé que la tienen y dicen que es para los niños, para la escuela... ¡tantos pretextos, Señor! pero en realidad, Tú lo ves, Jesús mío, lo que han hecho ha sido introducir el mundo en las casas de los Hijos y Esclavas de tu Amor Misericordioso”[319]. No son malos los medios. Son malas las consecuencias que traen con su uso: despiste interior, flojedad en la unión con Dios y la curiosidad y las cosas toman el lugar de Dios.
La Madre sintió fuertemente la impotencia ante tal amenaza tan poderosa. Hizo lo que pudo, exhortando a la moderación del uso de esos medios, pero se vio desbordada ante la avalancha y la fuerza que desplegaban. “Tengo miedo que tu Barca perezca pues el piloto que has elegido es tan débil, no sabe guiarla, no sabe conducirla a Ti, Señor. Yo te suplicaba el otro día y te pido lo mismo esta noche, me dieras el consuelo de poder pasar en este año por lo menos tres días en cada casa de la Congregación (para exhortar y orientar) ; ¿pero, qué hago yo con tres días?”[320]
El bullicio, la indiferencia ante Dios[321] son incompatibles con el amor “silencioso” de la unión con Dios. “... Sí, se llena de cosas, pero no de ese amor silencioso, ese amor en silencio y dentro de cada criatura”[322].
Ante Dios, Padre misericordioso, no se puede entregar el corazón al pesimismo o al dolor por las cruces y sinsabores que nos vienen. Hay que “ensanchar el corazón” hacia el amor a Dios y hacia los hermanos. Este amor es santidad y hace feliz a Dios porque su gracia se muestra victoriosa en nosotros, es muestra de santidad y signo de amar lo que Dios ama. “... Haz, que yo pueda ensanchar el corazón, no al dolor sino al entusiasmo, Jesús, al entusiasmo de poder hacer ... Ahora yo te pido - y creo que te daré contento con ello -, que ayudes a los hijos y les concedas un grande amor hacia Ti y que hijos e hijas vivan siempre unidos en tu amor y caridad y de este modo yo pueda decir que son verdaderos hijos tuyos, que aman lo que Tú quieres y que solamente quieren santificarse”[323].
En sus éxtasis la Madre pide con insistencia la unión de sus hijos/as con el Señor: “Que vivan para amarte, que vivan para darte gloria sufriendo lo que Tú quieras”[324] En esa unión reside la fuerza y el secreto del anuncio auténtico y verdadero de A. M.: “Que sean ellos los que van detrás de las palomas buscándolas por los agujeros donde se esconden y que las atraigan, Jesús mío, que las atraigan, ¡hazlo, hazlo, Jesús de mi vida!”[325]
Hay tres realidades que la Madre conjuga simultáneamente y que las siente como interdependientes y complementarias: santidad, unión entre sí y apostolado. Sin deseo y búsqueda de la santidad no hay nada, “mejor que esos religiosos salgan”, llega a afirmar. Unión: la Madre pone a fundamento y como medio y manifestación de la santidad la unión. El apostolado: sin santidad y unidad es acción de ONG. “Haz, que todos vengan a unirse por su santidad, aquí, con esa unión, con ese amor grande ... eso es, ¡sí, Señor! ¡Hazlo, Jesús mío! sé Tú el que cuidas este nido y si ves que en él hay pajaritos que no valen nada, ¡fuera, lejos! ... Te lo pido, Jesús mío, que estos hijos atraigan las almas como palomas y que salgan del agujero donde están metidas, que se recreen Contigo y que Tú seas el que las guías...”[326]
La santidad y la unión son “gloria de Dios”, “alegría” de Dios, “satisfacción" de Dios, “bienestar” de Dios. “Quiero vivir y morir para amarte, porque quiero darte gloria aquí y dártela después allí. Pero que los hijos y las hijas se unan bien a Ti y puedan santificarse para gloria tuya, alegría tuya, para satisfacción y bienestar tuyo; hijos e hijas unidos todos para darte gloria a Ti, a tu Iglesia y a las dos Congregaciones. ¡Hazlo Jesús! ¡hazlo, Jesús mío!!”[327]
La unión con Dios para ella, y así lo enseña a los hijos/as, no es un deseo simplemente o cuestión de un momento lleno de sentimiento. Para ella es el aire que respira y sin ese aliento no sabe vivir. Lo busca y lo pide como su tesoro escondido y lo desea a cualquier precio, aunque sea mediante la cruz y el sufrimiento. “Estáte junto a mí y dame fuerte (mándame sufrimientos), dame lo que Tú quieras y de la manera que Tú quieras, pero que viva unida a Ti, unida a Ti”[328].
Los santos tienen también sus fallos. En medio de sus arrebatos y vuelos de santidad conocen también la pesadez del cuerpo y, alguna vez, pueden “retrasar” el cumplimiento de la voluntad de Dios. Es conmovedora la confesión que la Madre hace a Dios en los éxtasis: ha llorado mucho, ha pasado momentos de amargura y de dolor, cuando se ha dado cuenta de su fallo. “A mí alguna vez, y Tú lo has visto, cuánto me ha costado y cuántas lágrimas el no haber hecho al momento las cosas como se deben hacer! viene después esa, que Tú lo permites, esa amargura, ese dolor por haberte ofendido ... porque tratarte así con indiferencia, alguna vez lo hemos hecho, Jesús”[329].
¡Con qué sencillez y profundidad la Madre sabe expresar en su oración extática su amor a Dios! La unión silenciosa, permanente y amante es “velar por Ti”, ayudar a Jesús a mantener el fervor en los demás, colaborar con Jesús en la santidad de los demás. “No sé si te agrada, Jesús, que yo esté siempre con la misma historia de que, "los hijos y las hijas... y que si los hijos así y las hijas de la otra manera..." y yo de mí no te digo nada; pero Tú sabes, Jesús, que no tengo qué decirte porque te lo he dicho todo. A Ti no te puedo decir nada más que: Padre, ¿cómo estás? yo, Padre mío, velo por Ti; quiero amarte muchísimo, quiero amarte al grado que Tú estés contento y que yo pueda sufrir todo aquello que Tú creas que debo sufrir; pero, Jesús mío, no me abandones, no me abandones, no me abandones ni abandones a estos hijos y estas hijas”[330]
[302] Pan 22, 448
[303] Pan 22, 452
[304] Pan 22, 442
[305] Pan 22, 457
[306] Pan 22, 467
[307] Pan 22, 722
[308] Pan 22, 615
[309] Pan 22, 735
[310] Pan 22, 455
[311] Pan 22, 466
[312] Pan 22, 645
[313] Pan 22, 659
[314] Pan 22, 1628
[315] Pan 22, 451
[316] Pan 22, 610
[317] Pan 22, 8
[318] Pan 22, 1194
[319] Pan 22, 286“Por tanto, Señor, te lo debo decir, tengo un grande dolor porque el mundo - con la televisión - ha entrado en tus dos Congregaciones. ¿Qué hago yo, Señor? si Tú no me ayudas no soy capaz de nada, me siento siempre abatida, como cansada, no sé por dónde comenzar ... no sé qué decirte, Señor, no sé cómo remediarlo” (Pan 22, 287)
[320] Pan 22, 288. No ves la revolución que existe en España; en Italia no tanto. Tú ves, Señor, el Clero antes tan bueno y ahora con esta televisión, con estas diversiones, con estas normas, con estas fantasías, con todo esto ... parece que en un momento ha desaparecido aquel fervor ... ¿por qué, Señor? ¿porqué dan ciertos consejos... porqué viven así, porqué se divierten de esta manera? Si Tú no intervienes, llegará un momento que en España y en Italia, - centro de la cristiandad - no habrá un Sacerdote, una Comunidad religiosa que no posea la radio, la televisión; esta televisión que Tú llamas "el mundo dentro de la Casa Religiosa". (pan 22, 289). “No sé si será impresión mía, pero cada uno va por su camino, habla según cree oportuno, ve las cosas según su mentalidad... llenas las cabezas de tantas ilusiones, de tantas pláticas inconclusas, de tanta fantasía inútil; no una fantasía tuya, Señor, sino diabólica, que parece que el infierno filosofía y tantas historias de que antes no tenían necesidad para ir a Ti. Hoy encuentro en la Congregación tantas hijas que razonan así y yo me pregunto: ¿¡Señor, estas hijas, dónde han aprendido todo esto?! ¡Qué estupidez, yo no lo comprendo! están llenas hasta el colmo de estas razones y lo peor es que tu Clero las ayuda a esto, ¡eh! ¿y yo, qué hago? yo no les puedo decir que tu Clero las aconseja mal y que esta revolución la introducen ellos ... ¿qué les digo yo a estas hijas? ¿que quiero pasar tres días en cada casa, y qué les puedo decir yo? Esta filosofía de ahora, ¿la entiendes Tú? es un desorden, cada uno lo interpreta a su manera, hace lo que quiere y razona como mejor cree” (Pan 22, 290)
[321] Pan 22, 499
[322] Pan 22, 518
[323] Pan 22, 472
[324] Pan 22, 482
[325] Pan 22, 482
[326] Pan 22, 483
[327] Pan 22, 509
[328] Pan 22, 494
[329] Pan 22, 499
[330] Pan 22, 537