4. El cumplimiento de la Voluntad Divina va siempre acompañado por la experiencia de la propia nulidad
Influenciados por la hagiografía de los santos, estamos acostumbrados a considerar a las almas de Dios como personas impasibles a todo, fuertes rozando la insensibilidad, invencibles humanamente. La experiencia de la Madre en los éxtasis es muy diferente. Ante las exigencias de los planes que Dios le “manifiesta”, siente con fuerza e intensidad, que roza casi el desaliento, su incapacidad para esa misión, su falta de fuerzas, su condición de mujer débil, su miedo a defraudar a Dios y disgustarle. “Bien, Señor, Tú haz aquello que creas. Yo te digo que quisiera darte todo aquello que pides, pero te digo que no soy capaz de nada, solamente de estropear todas tus Obras”[490].
En los éxtasis descubrimos también que las acusaciones injustas le llegan profundamente al corazón. Sufre como cualquier persona ante una prueba semejante. ”Ves Señor cómo me encuentro cuando he sabido esta frase que una hija ha dicho de mí, ¡qué dolor me ha causado!”[491]
La habían acusado de tener olvidadas las necesidades de algunas casas de la Congregación porque se estaba aprovechando económicamente de los peregrinos que recibía y no visitaba a las comunidades porque no quería perder esa fuente de ingresos. Así lo narra la Madre: “Esta hija ha dicho [...] que la Madre no va porque no puede dejar a los peregrinos porque le dan dinero, le dan limosnas. ¡Ay! Jesús, ¡ay! ¡Qué es lo que ha sucedido en mi corazón y en mi mente, qué tristeza, qué dolor tan grande!”[492]. La acusación la hace sufrir, siente dolor grande, tiene afectado el corazón y la mente. Y en esta situación debe cumplir la voluntad de Dios. No hay excusas. “Mi corazón ha recibido una profunda herida, pero si yo hubiese considerado bien cuanto has sufrido Tú, si hubiese pensado sólo en Ti, Señor, mi corazón no habría sentido tanta amargura”[493].
No tiene conciencia de haber cometido tal falta, no logra “liberarse del terror”, pero ante esta situación dolorosa los interrogantes que se pone y que manifiesta a Dios son bastantes. “¿Es posible, Señor, que yo no lo haya visto antes?! ¿Será cierto que esta hija ha dicho esto? Será posible esto, yo que hasta hoy, hasta este momento he procurado siempre darte cuanto me pides, darte gloria, he pensado siempre en consolar a estas pobres almas que vienen a tu Santuario llenas de enfermedades en el alma y en el cuerpo y he tratado de aliviarlas diciéndoles, Jesús mío, que no se asusten, que no se acobarden que tienen un Padre que les espera, un Padre que si les envía sufrimientos y dolores es solamente porque les ama y les quiere perfeccionar, para darles una grande gloria en el Paraíso. No logro librarme del terror al pensamiento de que yo recibo esta pobre gente, no por Ti ni por tu Santuario, ni para enseñarles que no deben temer a la muerte, ni las calamidades pues tienen un Padre que no cuenta, perdona y se olvida y sin embargo estoy aquí para recoger dinero de los pobres peregrinos, como he sabido ayer... ¿será así, Señor?”[494]
La cercanía de Dios, en la medida en que la Madre se une a Dios, le hace experimentar su condición humana en toda su fragilidad y nulidad. La unión se fragua en la “humildad”: en el conocer a Dios y conocerse a sí mismos. “Quiero amarte, quiero vivir Contigo, ¡quiero darte mi vida, Jesús mío! quiero darte, no tengo nada, quiero darte y no tengo nada, solamente esta ruin persona, tan vil como Tú la conoces... más... que sea castigado este cuerpo mío que tanta guerra me da, sí, pero todavía me da guerra, ¿sabes? todavía me da”[495].
Es conmovedora la confesión sincera ante su nulidad y ante lo alto y la grandeza de lo que Dios le pide. “Por lo demás, Jesús, ten compasión de mí, estáte contento conmigo que no es que no quiero, es que no puedo, ¡Jesús mío! Así es que Tú, estáte junto a mí y dame la mano, eso me basta, yo con la mano tener la tuya cogida”[496]. ¡Casi como nosotros!
“Pero debes hacerlo Tú, Señor, porque yo soy el asno de Balaam ... Cuando voy con los peregrinos, digo: "Señor, Tú lo sabes, yo soy el asno de Balaam, quiero hacer lo que Tú quieres"[497]. “Ya ves, Señor, cómo me he levantado esta mañana, con un miedo, con un malestar que no he sido capaz de hacer nada bueno. Más tarde has venido Tú y me has dicho lo que debía decir a esa pobre gente, lo he hecho y nada más; no he sido capaz de añadir una palabra mía, ni una sola, Señor, porque no soy capaz”[498]. “Yo quiero ser, Señor, como el asno de Balaam para hablar en tu nombre a las almas que vienen a este "roccolo", reino de tu gloria”[499]. “¿Sabes Señor? yo te doy gracias y te suplico que continúes sirviéndote de mí como de un "trapo" como un trapo con el cual Tú puedes hacer lo que quieres... ¡te lo suplico, Señor!”[500]. La verdadera humildad permite a Dios mismo hablar a los peregrinos por medio de ella y ser el trapo con el que limpia la maldad del hombre.
“Ayúdales, Tú Señor, y que no les venga nunca la soberbia. Hasta ahora no tenía miedo de que se ensoberbecieran porque me parecía que se sentían demasiado humillados, viéndose fundados por una pobre mujer; ¿qué puede dar una mujer a estos hijos? Esto me humillaba muchísimo; hoy los veo acogidos por tu Ministro, por ese Sr. Obispo que es tan bueno, los veo llenos de amor y contentos a todos ellos de haber nacido - como dicen - hijos de una mujer ... ¡pobres hijos! ¡no saben lo que dicen! ¡no saben que Tú lo has hecho todo!. Señor, hazlos crecer en tu amor y tu caridad y en número y que se extiendan por el mundo entero; que te den mucha gloria pero que se mantengan humildes, que no les llene la soberbia ni la cabeza ni el corazón; Jesús mío, llévatelos a todos antes, que se vean siempre los más pequeños, que el pensamiento de ser hijos de una pobre religiosa en vez de un santo Sacerdote, les mantenga humildes, caritativos, compasivos y que no se levanten jamás””[501]. “A Ti y siempre a Ti, que has permitido que nazcan de esta mujer, pobre ilusa ... como Tú quieras, sin fervor, para que me confunda y nunca jamás levante la cabeza. ¡Póstramela bien, Jesús mío! que ni mi corazón ni mi cabeza se levanten nunca por la soberbia, pues no hay motivos para ello, que toda la vida yo esté persuadida de esto y que Tú me ayudes”[502]
[490] Pan 22, 19
[491] Pan 22, 211
[492] Pan 22, 212
[493] Pan 22, 334
[494] Pan 22, 212-13
[495] Pan 22, 452
[496] Pan 22, 514
[497] Pan 22, 21
[498] Pan 22, 401
[499] Pan 22, 405
[500] Pan 22, 389
[501] Pan 22, 431-32
[502] Pan 22, 436